sábado, 26 de mayo de 2018

Francesca y las maletas

Antes, cuando sacaba la maleta del armario Francesca enseguida se ponía a revolotear a mi alrededor. Al menor descuido, ya estaba dentro, si la había dejado abierta, o encima, si estaba cerrada. Le encantaban las maletas y a nosotros nos hacía mucha gracia su curiosidad. A veces, como esos padres a los que se les cae la baba observando a sus hijos pequeños, nos escondíamos y vigilábamos sus movimientos. Ya estaba dentro. O encima. Dentro, no, Francesca, que lo llenas todo de pelos, le decíamos desde la puerta, sin ningún tipo de autoridad. Y ella nos miraba con cara extraña, sin entender muy bien los motivos por los que no le permitíamos estar allí, entre camisetas y chaquetas, vaqueros y playeros. Como se las sabía todas (entendía perfectamente cuando estaba haciendo algo que no nos gustaba), salía de allí y, al menor descuido, regresaba a su refugio.
Hace un rato saqué la maleta del armario y, de pronto, recordé todo esto. A través de las grietas, siguen apareciendo los recuerdos. 

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