jueves, 4 de enero de 2018

Contrastes

Hacía tiempo que no pasaba por allí. Es una calle que procuro evitar siempre que puedo. La calle donde estaba ubicada la última librería en la que trabajé. Con los años voy aprendiendo que (normalmente) es inútil meterse en la boca del lobo. Ayer resultó inevitable. Y descubrí que en aquel local que una vez estuvo lleno de libros, en aquel escaparate que tantas veces coloqué con la ilusión de atraer nueva clientela, ahora hay una tienda de productos para pescar. De todo aquello, sólo queda el suelo. Ni siquiera las paredes están pintadas del mismo color. La vida está llena de contrastes. Arriba y abajo. Frío y calor. Blanco y negro. Libros y anzuelos. Sí, también están los términos medios. Ese gris que, al llegar a cierta edad, resulta más necesario que mediocre. Y la templanza que lo acompaña, tan necesaria. Por eso no sentí nostalgia al verme contemplando todo aquello desde el escaparate. Son etapas, pensé. Sentí que ni aquella calle ni aquel local me pertenecían ya. En realidad, hace tiempo que tengo esa sensación. Acaso, sí, un poco de tristeza porque nunca es lo mismo detenerse a mirar libros que anzuelos. Pero nada más. Ya pasó. De todo hace ya tanto tiempo... Lo único que cuenta ahora mismo es que estamos vivos. Sólo eso. 

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