sábado, 29 de diciembre de 2018

Feliz cumpleaños, rubia

Parábamos por allí en algunas ocasiones, finalizando ya la noche. Recuerdo que por aquel tiempo estaba leyendo la biografía de Marianne Faithfull y en aquel local, mientras hablábamos de ella, la imaginaba sentada en uno de aquellos ajados sofás. La melena rubia, la carcajada fuerte, la mano un poco temblorosa sujetando el cigarrillo, la copa cerca... De vez en cuando, incluso, llegaba hasta mí su voz. La voz de entonces que, aunque lo parezca, no era la misma que la de ahora. A ratos, escuchando estos días su último trabajo, uno tiene la sensación de estar asistiendo a una especie de despedida. Hay algo solemne en esa voz, en esas canciones. Nada que ver con aquella voz de entonces, en aquel tugurio, donde, aunque cualquier noche podía haber sido la última para ella, no había rastro de esa solemnidad. Había muchas cosas, evidentemente, porque la voz refleja aún más que el rostro o las manos todas las erosiones vividas, todos los temblores. Pero no esa solemnidad que también está en la preciosa foto de ese último cedé. Una señora que sujeta un bastón y mira fijamente. Una señora que hoy cumple 72 años. Una señora a la que imagino lejos ya de tugurios y andanzas peligrosas. 
Aunque la luna de París ya no sea la misma, como canta hoy, pondré un puñado de flores cerca de sus fotografías. Rendido, como siempre, ante ese complejo entramado de sensaciones que transmite, incluida ahora esa solemnidad que te deja, como un cuento de Fleur Jaeggy, un escalofrío por todo el cuerpo. 

lunes, 24 de diciembre de 2018

Recordando a Loli

En días como hoy, a una hora u otra, siempre recibía la llamada de mi amiga Loli para preguntarnos cómo estábamos y felicitarnos las fiestas. Hablábamos un rato de esto y de lo otro, del bar que acababan de abrir no sé dónde, de la película que no había que perderse en el cine, del sinsentido de todos estos excesos de comida, bebida y exaltaciones varias que propician estas fechas. Con ella, siempre terminaba uno riéndose porque con su ironía y su sentido del humor era inevitable. A veces, si el ajetreo lo permitía, tomábamos un vino al mediodía, midiendo que ese vino, en tal ocasión, no derivara en cuatro o cinco, porque había que llegar a la noche en correcto estado, no fueran a criticarnos las voces de aquella esquina. Y seguían las risas y el buen rollo, en ese bar recién inaugurado o en los de siempre, porque ella sabía ponerle la puntilla con elegancia a cualquier tema. 
Hoy no recibiremos la llamada de nuestra amiga. Pero en el recuerdo están todos aquellos momentos de amistad compartida (las risas, las risas). No es consuelo barato. Es tratar de aceptar con serenidad que hace tiempo que la vida va en serio. Brindaremos por ella. Y nos reiremos recordando alguna de sus gracias. 
Que tengáis una buena jornada. Y que no falten las risas, a pesar de los pesares. 

domingo, 23 de diciembre de 2018

Más sobre 'Mujer en el bar'

César Inclán, hombre de radio y de letras, después de leer 'Mujer en el bar', ha escrito esto:

"Estabas sentada en un rincón del bar..." Así comienza el hermoso poema "Hoja de afeitar" del poeta estadounidense Donald Hall, un texto que utiliza el escritor ovetense Ovidio Parades como punto de partida para su nuevo libro de relatos titulado "Mujer en el bar", una obra que ha sido editada por Trabe con su buen gusto habitual. Les invito a que pasen y lean. No se arrepentirán.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Entresijos

Toni Rodero lo captó y lo dijo en la presentación de 'Mujer en el bar' en Gijón. Yo no se lo había dicho a nadie, excepto a Íñigo. Mi idea, según escribía los cuentos, era crear una especie de mosaico que representara una serie de vidas que transcurren en una pequeña ciudad. Sí, un poco a la manera de las 'Vidas cruzadas' de Robert Altman (con todos los respetos por el director y por el autor de las historias, el señor Carver). Salvo un par de historias, ninguna tiene un nexo de unión entre ellas. Sólo eso: personajes cotidianos (mujeres, mayoritariamente) en una pequeña ciudad que puede ser cualquier ciudad pequeña. Y los conflictos a los que la vida aboca a esos personajes, como si una cámara invisible (la escritura) atrapase sus preocupaciones, sus sentimientos, sus reflexiones. El conflicto al que a veces la vida los aboca o el reflejo de la nieve que empieza a caer en mitad de la noche y que les sirve como excusa para recapacitar sobre otras cuestiones: el amor, el desamor, la soledad, el paso del tiempo... 
O algo así. 

lunes, 17 de diciembre de 2018

Sucedió en Oviedo

'Sucedió en Oviedo'. El entusiasmo de Manolo D. Abad por este proyecto sobre crímenes imaginarios que suceden en Oviedo hizo que aceptara inmediatamente su propuesta, pese a que en aquel momento, como casi siempre, estaba metido en varias cosas (la corrección de mis propios cuentos, que llegan estos días a las librerías; los ensayos del espectáculo de Lorca para la Noche Blanca y varios etcéteras). Una de las cosas que más me motivan es el entusiasmo (sincero) de la gente. Y Manolo contagiaba ese entusiasmo. Al día siguiente de aquella propuesta, me puse a escribir mi relato. Un relato sobre violencia machista. Y así comenzó todo. Si os apetece seguir conociendo más cosas del libro, y lo que al respecto tienen que decir mis compañeros en esta aventura, os esperamos a las 20 horas en el Club de Prensa.   
El libro ya está en todas las librerías. 

sábado, 8 de diciembre de 2018

Felicidades, Kim

La vida, ya se sabe, es cuestión de suerte. Kim Basinger, que hoy está de cumpleaños, no tuvo demasiada. A pesar del éxito, del Oscar, de ser uno de los mitos de aquellos años 80 y una notable actriz. Su carrera lleva años estancada. Elecciones equivocadas, fama de problemática, no estar en el sitio adecuado en el momento oportuno... Quién sabe. Ni siquiera la televisión ha conseguido rescatarla. Una pena. Pienso ahora en 'Fool for love', la obra de Sam Shepard que Robert Altman adaptó al cine con ella y el propio escritor de protagonistas. Estaba a la altura del texto. Tan hermosa y complicada, tan vulnerable y rotunda. Así te recordamos en esta helada mañana de diciembre, Kim.

Luigi Ghirri, esa calma inesperada


Son los años 70 y el fotógrafo italiano Luigi Ghirri capta imágenes de ciudades, de hombres y mujeres descansando en un banco o subiendo unas escaleras, de casas con las persianas bajadas, de playas desiertas, de columpios que esperan clavados en la arena la llegada de un grupo de niños inquietos y revoltosos. Todas las imágenes proyectan serenidad y belleza. Una calma inesperada. Un silencio que nunca resulta molesto ni se sitúa fuera de lugar. La luz es muy poderosa. Algunas de esas imágenes proyectan cierto rastro de melancolía, pero como la luz es (insisto) tan poderosa no refleja aspectos negativos en ningún momento No hay sitio para la oscuridad, para el desorden, para la inquietud, para el desasosiego. Algunos pájaros descansan en un cable, al atardecer. La vida discurre plácidamente. El humo del cigarrillo que está fumando una mujer sentada en un banco se eleva hacia lo alto, como si una brisa ligera lo arrastrase suavemente, tapando su rostro. Destaca, eso sí, su pelo alborotado. Quizá el pelo que se alborota después de una fiesta que ha durado muchas horas. La brisa ligera también juega con él. El cigarrillo que templa los nervios, los vaivenes de la fiesta que se termina con el inicio del nuevo día. ¿Cómo habrá sido esa fiesta? ¿Tuvo lugar realmente esa madrugada?
A veces, sus fotografías nos transportan a Módena o a Rímini. Otras, a París. A un París también en calma, como si estuviésemos en agosto, a la hora de la siesta. Como si el jolgorio estuviese en alguna otra parte. Como si detrás de esas casas, de esas persianas que sirven para dejar las habitaciones en penumbra, todos descansasen después del ajetreo matinal, de los quehaceres cotidianos, de la rutina, de la comida. En medio del sopor que trae consigo una ola de calor imprevista. Puede que en una de esas habitaciones atravesadas por sombras y algún rayo de sol que se cuela por las persianas desvencijadas haya una pareja despierta, entregada al deseo. Ese misterio. El fotógrafo nos ofrece el mapa. La imaginación queda a expensas de quien observa, de quienes observamos. La imaginación, por tanto, convertida en nuestro territorio. Una vez más. 
El mapa y el territorio. Los mapas y los territorios. El plácido transcurrir de los días. Personas solitarias. Paisajes sin gente. Las tormentas interiores que se pueden intuir. Las marejadas existenciales. Las melenas alborotadas. La brisa que viene y se va: ahora, luego. Las calles vacías. Los columpios solitarios. Las posibles aventuras. Las múltiples incógnitas. Escapar. Huir. Permanecer. Mirar. Sobre todo, mirar.





jueves, 29 de noviembre de 2018

En el desorden de la memoria, Bertolucci

Quiso el destino que Bernardo Bertolucci muriese el mismo año que mi amiga Loli, que tanto lo admiraba. Fue en su casa, precisamente, hará unos treinta años, donde vi por primera vez 'Novecento'. Tiempos de descubrimientos, de rescatar en aquellos fabulosos videoclubs de los 80 todas las películas que por edad no habíamos podido ver en el cine, de jugosas tertulias donde al hilo de la historia en cuestión iba surgiendo cualquier tema, sin tabús. (Sí, había vida antes de Netflix, y tampoco estaba nada mal). Luego, ya en mi casa, gloriosas madrugadas de joven solitario, o en las sesiones nocturnas de cines que ya no existen, iría descubriendo casi toda su filmografía. Recuerdo que 'La luna' me impactó aún más que 'Novecento', y recuerdo, claro, a la fascinante Jill Clayburgh y a su hijo adormecido sobre ella. 
En el desorden de la memoria, van surgiendo muchas imágenes estos días. Los aullidos de Marlon Brando, la masturbación de Robert De Niro y Gérard Depardieu, la inquieta Liv Tyler y la música de Nina Simone, el sexo doloroso de John Malkovich y Debra Winger en el desierto, el último deambular de la propia Winger en aquella historia de Paul Bowles que pocos directores se hubiesen atrevido a trasladar al cine, el juego y la exultante juventud de aquellos tres soñadores, la desoladora situación de los protagonistas de su última película... Imágenes de películas que dejaron huella se superponen a esas otras imágenes de películas que no lo consiguieron (nunca me interesó ni la historia ni la grandilocuencia de 'El último emperador'). 
La rabia, el inconformismo, el dolor, el amor, el deseo, el sexo, el desamparo, la muerte, las pasiones de todo tipo, las desigualdades, la belleza,  el hedonismo, la sensualidad, la música, el ansia por arañar el placer y el precio emocional que hay que pagar por casi todo. La permanente huida de la vulgaridad. El roce de las pieles: el miedo y el vértigo de algo tan esencial. La vida: siempre al borde de lo sublime y de lo ridículo, de lo posible y de lo imposible, de lo sencillo y de lo complejo. La vida, palpitando, sin vuelta atrás. 

martes, 27 de noviembre de 2018

El acto de admirar

Este artículo se publicó en El HuffPost

Quitarse el sombrero. Siempre me ha parecido una expresión elegante y significativa. Quitarse el sombrero ante personas a las que admiras, antes personas que han influido de alguna manera sobre tu manera de enfocar la vida cotidiana o el trabajo. Eso es lo que hace Elvira Lindo en su último libro, '30 maneras de quitarse el sombrero' (Seix Barral), que acaba de llegar a las librerías. Se lo quita 29 veces ante diferentes artistas -mujeres, en su mayoría-, y la última, para completar el número que señala el título, más que quitarse el sombrero, lo que hace es enfrentarse a sí misma -ante el espejo, ante el papel, ante los lectores- en un autorretrato, entre melancólico y humorístico, entre la reflexión, la confidencia y las anécdotas, que se detiene en aspectos importantes de su vida y de su obra. Aspectos como el sentido del humor, la corrección política que a veces conduce al ridículo más absoluto (como es el caso de las traducciones de sus Manolitos en algunos países), la fragilidad de quien se dedica a contar historias y la necesidad, en definitiva, de sentirse querida, comprendida, arropada, respetada. Como esa actriz que, sola en un escenario, ofrece todo su talento y su sabiduría, y necesita finalmente, después de vaciarse, de entregarse por completo, el aplauso del público para compensar la magnitud del esfuerzo. Hay también mucha ternura en este autorretrato. La misma que desprende el dibujito de la propia autora que ilustra sus palabras. Lindo, por arte de magia y del carboncillo, convertida en cómica, aunque el tono se vuelva serio porque la vida, a ratos, también se vuelve así.
Muchas mujeres, como digo. Actrices, historiadoras, escritoras, fotógrafas... Todas ellas primeras figuras en sus respectivos oficios. Y en todas ellas, encuentra Lindo un rasgo que les otorga grandes dosis de humanidad. Ese detalle que revela que, junto al talento y al duro trabajo, hay una mujer que piensa, que siente, que se estremece. Que tiene sus dudas, sus problemas, sus contradicciones, sus anhelos, sus miedos. Mujeres a las que nadie les ha regalado nada, que han tenido que esforzarse mucho para sacar adelante sus proyectos, para no sentirse juzgadas por una vara más severa que la que juzga a sus colegas masculinos realizando el mismo oficio. O esa otra vara, igual de severa, con la que las personas con talento se juzgan a sí mismas. Escritoras enormes como Alice Munro, Margaret Atwood, Patricia Highsmith, Dorothy Parker, Carson McCullers o Edna O`Brien se codean aquí con María Guerrero, Mary Beard, Sally Mann (bellísimo es el retrato de esta fotógrafa) o ese Víctor Erice (también aparecen algunos hombres muy talentosos en el libro) que supo convertir en una obra maestra visual el valioso relato de la que fuera su esposa, Adelaida García Morales.   
"No sé qué sería de mí sin el acto de admirar", escribe Lindo en uno de estos ensayos. El acto de admirar con humildad, podríamos añadir. Y así, escribiendo sobre esas personas admiradas, ha construido también una especie de autobiografía que recorre el trayecto que va desde que era aquella niña que imitaba a Raphael o a Camilo José Cela para agradar a su padre a la gran escritora en la que Elvira Lindo se ha convertido y ante la que, nosotros también, nos quitamos el sombrero con toda la elegancia de la que somos capaces.    


sábado, 24 de noviembre de 2018

'Mujer en el bar', visto por Esther Prieto

'Mujer en el bar' conforma un mundo literario poblado de mujeres, casi todas de mediana edad, casi todas enfrentadas a situaciones difíciles, a las que amenaza la muerte y la enfermedad, la soledad y los problemas laborales, pero también la vida, los deseos de vivir pese a todo, de reír y de hacer frente a la adversidad. Mujeres en estado puro, a la barra de un bar o en la terraza de un café. 

Esther Prieto, escritora y editora de Trabe. 

Presentación en Oviedo de 'Mujer en el bar': 13 de diciembre, a las 7 y media de la tarde, en la Casa del Libro de Palacio Valdés, de la mano de Pilar Sánchez Vicente y Azucena Vence. 

En Gijón: 20 de diciembre, a las 8 de la tarde, en La Buena Letra, de la mano de Toni Rodero. 

viernes, 16 de noviembre de 2018

Librerías

Muchas librerías vienen a mi memoria en este día. Y no sólo en las que he trabajado, y no sólo las de mi ciudad. Librerías en las que, aunque sólo fuese de paso, encontré unos minutos de calma, siempre a la caza de algún hallazgo. Me complace comunicaros -precisamente hoy- que serán dos librerías las que acogerán la presentación de mi nuevo libro de relatos, 'Mujer en el bar', editado por Trabe:

-Casa del Libro, en Oviedo, donde estaré acompañado por la escritora Pilar Sánchez Vicente y por la periodista Azucena Vence. El día 13 de diciembre, a las 7 y media de tarde. 

-La Buena Letra, en Gijón, donde estaré acompañado por la periodista Toni Rodero y el librero Rafa Gutiérrez Testón. El día 20 de diciembre, a las 8 de la tarde. 

Larga vida a las librerías. Y feliz día (y felices compras, que es de lo que se trata) para todo el mundo.  

miércoles, 14 de noviembre de 2018

En silencio

Hay cosas feas ahí, al otro lado de este refugio, pero trato de no pensar demasiado en ellas a esta hora. Todo está en calma cuando el reloj marca las cuatro. Abro la ventana para que entre un poco de frío y lo que entra es un poco de sol y el sonido que produce el revoloteo de unos cuantos pájaros inquietos. Sólo se escucha ese sonido. Si lo intentara quizá podría tocar ese pedazo de cielo despejado que se cuela entre los tejados de los edificios de enfrente. Casi lo toco cuando abro la ventana, deslizando el dedo por el cristal. No pongo música, como otras veces, porque la música me haría pensar, y tampoco quiero pensar. Quiero estar así, en silencio, sin pensar en nada, a resguardo de la inquietud y de lo feo que está ahí, al otro lado, y que por unos momentos queda difuminado, borroso, del mismo modo que si alguien hubiese escrito una palabra con una tiza en una pizarra y luego la borrase con los dedos. 

domingo, 11 de noviembre de 2018

Domingo de noviembre

Hay algo melancólico en esas luces de Navidad que ya han instalado en algunas calles y que todavía no se encienden a ninguna hora. Una melancolía parecida a la que produce la visión de ese vestido que se compró la mujer que ya no está aquí y que, colgado en el armario (los flecos sobresaliendo por debajo: sí, se trata de un vestido con flecos, con cierto aire de fiesta), no llegó a estrenar. O a la de esa pareja rota que camina ya por lugares muy distintos y que, cuando se encuentran, no tienen nada que decirse porque ya ni siquiera se reconocen. 
Hay algo melancólico en todo ello y quizá guarde relación con la melancolía de este domingo de noviembre sin demasiadas sorpresas ni expectativas. 

jueves, 1 de noviembre de 2018

La vida, a trozos

Qué extraña es esa sensación de regresar después de mucho tiempo a uno de esos locales donde pasaste muchas horas de tu juventud. Las luces, las botellas, las latas de conserva, la barra y el piano en aquella esquina. Todo está en el mismo sitio, colocado de la misma manera. Algunas caras de entonces que, como la tuya, evidencian el paso del tiempo. Y de pronto, como si asistieses a una representación teatral, a una retrospectiva de tu propia vida, puedes verlo todo claramente: las charlas con aquellas amigas, los encuentros iniciales con tu primera pareja, las ilusiones, el entusiasmo, la camiseta que estrenaste la Nochevieja del 2003, la gorra que perdiste en una de aquellas noches, la borrachera de aquel día que empezasteis a beber champán a las doce de la mañana porque una amiga quería olvidar a no sé qué imbécil, los apuntes que anotaste en algún cuaderno que quizá esté aún en casa de tus padres... La vida, a trozos, reflejada en un espejo (el local está lleno de ellos), que ahora casi parece la vida de otro. Con arrugas, con canas, con cicatrices, pero sin demasiada nostalgia. Sin miedo. O mejor dicho: con otros miedos. Desafiando, como siempre, cualquier atisbo de inestabilidad. Aguardando. 

sábado, 27 de octubre de 2018

Llueve y Lou Reed sigue por aquí

Me levanté muy temprano y abrí la ventana. Sólo otra persona, en el edificio de enfrente, estaba en pie a esas horas. Era una mujer, cocinaba. Descubrió otra luz, la de mi estudio, y alzó por un momento la vista de su tarea. Luego, continuó a lo suyo. Sentí el frío en la cara y el sonido de esa lluvia que no ha dejado de caer en toda la noche. A ratos, cuando te descuidas, golpea el cristal de la ventana y la gata, lejos de asustarse, parece desafiar cualquier ruido que provenga del exteriorNi el frío ni la lluvia me ponen triste ya. Los años te van enseñando que sólo dos o tres cosas tienen capacidad para eso. Cuestión de supervivencia. Ni siquiera, a día de hoy, las decepciones me ponen triste. Trato de evitar ser un tipo amargado, imagino que como todo el mundo. Bebo café y escucho la música de Lou Reed, cinco años ya de su muerte. Sé que hoy no podremos beber sangría en los parques, pero tal vez consigamos un día perfecto, aunque la luz sea tan difusa y la lluvia se empeñe en ensuciar los cristales. 

miércoles, 24 de octubre de 2018

Día de las bibliotecas

La biblioteca como una manera de aislarse del resto del mundo. Ir a cualquier ciudad y buscar la biblioteca pública, encontrar en ella uno de los modos con los que definir a esa ciudad. Hacerte una foto delante de esa biblioteca que es idéntica a todas las demás y a la vez tan diferente. No hay dos bibliotecas iguales como no hay dos tardes iguales dentro de la misma biblioteca. Levantar la cabeza de tu libro o de tu cuaderno y hallar las cabezas de esos dos jóvenes que comparten apuntes y los primeros enamoramientos. Levantar la cabeza del libro o del cuaderno, muchos años después, y descubrir que esos jóvenes, como tú mismo, peinan canas y luchan contra la desilusión de estos tiempos concentrados en sus libros o en sus apuntes. Escribir muchas de tus historias ahí, en la biblioteca de tu ciudad. Respirar ese olor a libros acumulados. Sentir las piernas cansadas y el alma inquieta. Pasar la mañana o la tarde en una biblioteca: escribiendo, leyendo, estudiando, buscando inspiración o encontrando hallazgos inesperados. La biblioteca, sí, como un refugio, como una guarida. Esa forma de evadirse de los problemas, de los sinsabores. De ver, detrás del cristal, aferrado a tu libro o a tu cuaderno, cómo la vida va pasando alrededor, cuando ya sólo cuentan las cosas importantes. El día de las bibliotecas, que en realidad, para algunos, son todos los días. 

viernes, 19 de octubre de 2018

Cáncer de mama

Puedo entender, a grandes rasgos, las buenas intenciones de la gente. Pero el cáncer de mama no es un pañuelo en la cabeza, un lazo en la solapa, unos corazones horteras volando, una carrera solidaria, un día en el calendario, ni una foto de una modelo con los pechos perfectos y el dichoso color rosa por todas partes. El cáncer de mama (como cualquier otro tipo de cáncer) es un mal trago, una noticia despiadada, una bomba que el destino lanza a su antojo en la vida de una mujer y en la de las personas que la quieren. Un antes y un después. Tras ese estallido que surge cuando recibes la noticia, lo fundamental es tratar de recuperar el control de tu vida, la serenidad, el apego a lo cotidiano. Apartar de tu cabeza la sensación de que el fin está ahí, cercándote, para convencer a la persona que lo está padeciendo de lo mismo. Ese es el primer punto. Y luego ya vienen las atenciones médicas, la constante lucha de la enferma y de las personas que la quieren, y esa cosa tan extraña y caprichosa que es la suerte. Para lo primero, dinero (para que la investigación no cese y para que no haya recortes sanitarios) y profesionales. Para lo segundo, confianza (si eres la enferma) y amor y humanidad (si hablamos de quien está a su lado). Y para lo tercero, confianza. 
Éste es el juego. Brutal, salvaje y despiadado, nadie puede decir lo contrario. El después, si la suerte ha estado de tu lado, sigue siendo una lucha para vencer a la fragilidad y al miedo, cada día, cada hora, cada segundo. Porque esa fragilidad y ese miedo, que se oculta por momentos, nunca desaparece. Simplemente pasa a formar parte de la más importante de tus batallas cotidianas.     

jueves, 18 de octubre de 2018

Higos

La madre y el hijo están sentados en un banco del Campo San Francisco. Frente a ellos, el quiosco de la música, cercado por el derrumbe y una remodelación que nunca termina por efectuarse, viene a ser la metáfora perfecta de los tiempos que corren. La madre ha comprado una bolsa de higos, que es una de sus frutas preferidas, y se dispone a comer uno. Contra todos los pronósticos, el sol ha hecho una fugaz aparición y su luz le brinda a esa carne jugosa y dulce un aspecto aún más apetitoso. El hijo recuerda a la madre en otra época: acercando sus dedos a la higuera que había delante de la casa de los abuelos, rasgando esa carne sonrosada que se abre, deleitándose en el mismo sabor. Nada, excepto las manos y los rostros, ha cambiado. El tiempo es una línea de tiza que se va resquebrajando en una pizarra imaginaria. La mañana, como entonces, es ese ruido que suena alrededor de ellos. Y el silencio, el hilo que une todas las épocas, sin heridas. 

lunes, 15 de octubre de 2018

Día de las escritoras

Son muchas las escritoras que llenan las estanterías de mi casa con sus libros, las paredes de mi estudio con sus fotografías, las horas del día y de la noche con sus historias. Mujeres a las que leo y releo constantemente. A las que les debo buena parte de lo que soy como hombre y como escritor. Podría poner aquí sus nombres, españoles y extranjeros, y sería sin duda un bonito homenaje, pero necesitaría diez espacios como éste para no dejar a nadie en el tintero. Sirvan estas breves palabras como recuerdo y agradecimiento a todas ellas. Las mismas palabras que escribiría mañana y pasado mañana y dentro de un mes, de un año o de siete

domingo, 7 de octubre de 2018

Aplausos


Sonaban los aplausos. Y yo pensaba que cuando ninguno de nosotros esté ya por aquí, siempre habrá un adolescente encerrado en su habitación sintiendo que Lorca escribió aquellas palabras para él, sólo para él. Y quizá ese adolescente se convierta en un hombre que escribe y se suba una noche a un escenario y sepa que los aplausos que le dedican a su trabajo también le pertenecen a su madre, sentada en la primera fila, porque, entre otras muchas cosas, jamás le negó ninguno de los libros que le pidió, y siendo honestos habría que decir que nunca fueron pocos. 
Sonaban los aplausos, en el Club de Prensa, y eso siempre es reconfortante. Lo es porque el aplauso sincero es un reconocimiento al trabajo bien hecho. Y no hay mayor satisfacción después de las horas de preparación, de ensayo, de esos nervios que siempre aparecen aunque todo esté atado y bien atado. Sonaba Lorca y yo no podía pensar más que en ese tiempo en el que tanto disfruté con su obra. Lorca estaba allí, en la calle que ahora lleva su nombre. Lorca en la calle de Lorca. Lorca estaba en las palabras previas que pronuncié, en la voz de Azucena Vence, en la música de Richard García. En el silencio con el que el público escuchaba con entusiasmo y emoción y exquisito respeto las palabras del poeta. Casi como si aquellos hombres y aquellas mujeres descubriesen por primera vez la genialidad de ese escritor que se merece cada calle, cada plaza, cada rincón, que le dediquen en cualquier esquina del planeta.

sábado, 6 de octubre de 2018

La calle de Lorca

Cuando empezó a fraguarse este proyecto, La calle de Lorca, parecía lejanísimo aquel 6 de octubre que señalábamos en los calendarios. Y así, como el que no quiere la cosa, hemos llegado a la fecha en cuestión. Ha sido uno de esos trabajos donde la magia ha estado presente desde el primer momento. Volver a leer buena parte de la obra de Lorca, la selección de los textos (que tenía bastante clara desde el principio, todo hay que decirlo), los ensayos en casa con Azucena Vence y los ensayos posteriores con ella y con Richard García, el hombre del piano. Todo está preparado para esta noche, para que la voz de Lorca se pueda escuchar en esta edición de la Noche Blanca. 
En mis agradecimientos, Vence y García están presentes, naturalmente. Y también el Club de Prensa de La Nueva España y sus responsables por abrirnos las puertas de su casa. Y, por supuesto, mi agradecimiento a Jose Castellano, por la confianza y la libertad que me dio desde el principio, desde aquella lejana mañana en la que nos reunimos. 
Sólo queda decir lo que ya sabéis: ¡Os esperamos! A las 20 y 21 horas. Dos pases con diferente contenido. 

martes, 2 de octubre de 2018

El hombre que se parecía a Charles Aznavour

Era de noche. Bebíamos vino blanco en una terraza de París. A nuestro lado, un hombre y una mujer se besaban apasionadamente. Él era bastante mayor que ella. Los dos eran atractivos. Bueno, él era atractivo y ella era guapa. Muy guapa. Y muy francesa, naturalmente. También bebían vino blanco. Iban por la segunda botella. Estaban borrachos y hablaban sin parar. Nosotros no nos besábamos porque somos bastante tímidos para hacer según qué cosas en público, qué le vamos a hacer, pero escuchábamos aquellas palabras en francés. (Aprender francés: esa asignatura pendiente). Y de pronto, comenzó a sonar la música. Un hombre bajito apareció al fondo, detrás de una especie de escenario que había junto a la barra instalada en la terraza y empezó a cantar. No era Charles Aznavour pero se parecía mucho a Charles Aznavour. Y cantaba sus canciones. Podría parecer una instantánea de una de esas películas donde todo acaba bien, pero el filo de la madrugada le daba un aire inquietante al asunto. Pensé en alguna historia de Claude Chabrol, pero inmediatamente dejé de pensar en esa historia porque las canciones de Aznavour no encajan muy bien en las películas de Chabrol. O eso creo. Seguimos escuchando las canciones de Aznavour en la voz de aquel hombre que no era Aznavour pero que se parecía asombrosamente a él. A pesar de estar en verano, una bruma comenzó a deslizarse a través de aquella instantánea. Aquella pareja seguía besándose, incluso cuando aquel hombre que no era Aznavour se acercó a ellos entonando una canción de su repertorio. ¿Qué vida se escondería detrás de aquel hombrecillo que cantaba en una terraza de madrugada? Me pregunté eso y me pregunté también dónde estaría el auténtico Aznavour en aquellos momentos. Y luego ya no me pregunté nada más. Ayer, cuando me enteré de la muerte de Charles Aznavour, recordé esta historia. Y pensé dónde podría estar aquel hombre que, en medio de la bruma nocturna parisina, le imitaba con tanto acierto y aquel aire de desamparo. 

domingo, 30 de septiembre de 2018

Fotografiando cines cerrados

Y ahí, detrás de todo eso, en un tiempo que no resulta tan lejano como parece, se escribieron sueños, se trazaron historias, se acumularon sensaciones. Ahí, detrás de todo eso, en ese tiempo que aún no se ha perdido en la memoria, hombres y mujeres de todas las edades supieron que en la oscuridad de esas salas podían caber otros mundos. Todos los mundos posibles. Y, durante dos horas de una tarde cualquiera de la semana, esos hombres y esas mujeres participaron de un cúmulo de emociones que difícilmente hubieran podido experimentar en otro lugar. Ahí, detrás de todo eso, está trazado un mapa de realidades y ficciones que ni siquiera la demolición del edificio podrá destruir.
A la vista, sólo queda la definición de estos tiempos. 

sábado, 29 de septiembre de 2018

Mercadillos de Mieres

Mi infancia también es un mercadillo de Mieres. Flores y libros viejos, quesos y embutidos, frutas y patatas nuevas, legumbres y bacalao, ropa resultona y bisutería de otro tiempo. Y ese cupón que nos va a hacer millonarios, y este sol que ya no es el sol del verano, sino el sol de principios de otoño, a escasos días de un nuevo cumpleaños, y quién sabe lo que trazará el destino.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Gena y las cortinas de la bañera

Hace dos semanas compramos una cortinas para la bañera. Pues bien: ya están rotas. Después de varios días lanzándose (y balanceándose) como Tarzán por ellas, Gena ha conseguido hacerle un hermoso agujero justo en el centro, como si hubiese tomado medidas para ello. Entras en el baño y lo primero que ves es el agujero de la cortina. La riñes, le dices eso no, no es no, Gena, y se va muy digna, con cierta chulería y cara de no sé muy bien de qué me estás hablando. Das media vuelta y ya puedes escuchar cómo vuelve a emular a Tarzán. Entras de nuevo en el baño, no es no, Gena, etcétera, etcétera, etcétera.  
Y así vamos haciendo la mañana. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

El placer y la euforia

El placer y la euforia. Son las dos sensaciones que se apoderan de mí después de ver una buena obra de teatro. No siempre sucede, claro. Tienen que conjugarse una serie de factores. Lo esencial: buen texto, buenos intérpretes y buena dirección. Parece sencillo pero no lo es. Ayer sí ocurrió. 'Juntos', de Fabio Marra y dirección de Juan Carlos Rubio. Con Melanie Olviares, Gorka Otxoa, Inés Sánchez y la gran Kiti Manver. Todos están muy bien, pero Manver y Otxoa se salen. ¿El tema? La relaciones familiares y, sobre todo, el planteamiento de qué es la diferencia, los diferentes. Qué es lo que consideramos normal y qué es realmente la normalidad. Todo ello tratado con ironía y sentido del humor. 
Hoy todavía puede verse en el Filarmónica (luego sigue girando). 
Ese placer y esa euforia. 

viernes, 14 de septiembre de 2018

Grace Kelly

De acuerdo que, como actriz, no era Anna Magnani y que en 'Mogambo' Ava Gardner (hay que reconocer que su papel también ayudaba y por el que bien se hubiese merecido el Oscar, en la única nominación de su carrera) se la merendaba, pero Grace Kelly tiene algunas interpretaciones más que respetables. 'La ventana indiscreta', por ejemplo. No se queda atrás respecto a James Stewart, aguanta los envites de Thelma Ritter, que no son poca cosa, y cumple a la perfección su cometido. Por eso, hoy, que se cumplen no sé cuántos años de su muerte, la recordamos aquí. 

sábado, 8 de septiembre de 2018

Un recuerdo para Ceesepe

Ya lo conté otras veces. Cuando se estrenó en esta ciudad 'La ley del deseo', en los desaparecidos cines Brooklyn, mucha gente abandonaba la sala a mitad de la proyección maldiciendo por lo bajo. Ese era el nivel entonces de parte de la sociedad ante una historia que mostraba la homosexualidad sin tapujos. Recuerdo esta anécdota a menudo, dados los revueltos tiempos que vivimos: sin caer en el pesimismo porque, a pesar de todo, el avance en las mentalidades es más que evidente. 
Ya sé que la obra de Ceesepe abarca mucho más que ese cartel, ya clásico. Pero yo no puedo evitar asociar su trabajo a aquella tarde, a aquella proyección, a aquellos dibujos que en sí mismos ya anunciaban aquel entramado de pasiones y amores que no ocultaban su nombre. 

jueves, 6 de septiembre de 2018

Seis meses después

Hoy se cumplen seis meses de la muerte de mi amiga Loli. Seguimos echándola mucho de menos. Aún pienso, al doblar la esquina de una de estas calles, que también eran las suyas, que va a aparecer en cualquier momento con su dulce sonrisa y alguno de aquellos atuendos tan personales que la convertían definitivamente en una estrella del mejor cine.  
He pensado que, aparte de recordarla y hablar de ella como si aún anduviese por aquí, el mejor homenaje que puedo hacerle es dedicarle mi próximo libro, 'Mujer en el bar'. 
Para ella, en el libro, figurarán estas palabras: 

Durante el proceso de escritura de este libro, de un modo inesperado, murió una de las mujeres a las que más he querido, mi amiga Loli. A ella, sola o en compañía, le encantaba disfrutar de una copa de vino sentada a la barra de un bar. Contemplar la vida desde ese ángulo donde casi siempre encontramos la explicación de todo. A su memoria van dedicadas las historias de este libro.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Otro septiembre

Es inevitable. El final del verano trae siempre el recuerdo de otros veranos en los que no sé si fuimos más felices, pero en los que teníamos la sensación de que todo poseía una extraña lentitud que parecía que iba a durar para siempre. Aquella extraña lentitud, con los años, se fue desvaneciendo. Y se fueron encadenando septiembres y eneros con la misma velocidad con la que, de lejos, veíamos pasar los trenes rumbo a lugares más grandes. Los domingos ya no nos vestíamos de domingo y las noches de sábado dieron paso a una serenidad que nunca estuvo premeditada. Por el camino fuimos dejando cansancios y máscaras. Y descubrimos miradas que se amoldaron a la nuestra, y entonces dejamos de sentirnos tan solos y tan vacíos (el camino y las madrugadas siempre desgastan: eso es algo que aprendimos por nosotros mismos). Y, de repente, ya está aquí otro septiembre. Y hacemos planes, y trabajamos en proyectos, y nos ilusionamos y dejamos por un momento de hacerlo (arriba y abajo, también es inevitable). Y por un momento en esa luz dorada que se cuela en el estudio descubrimos destellos  fugaces de aquella lejana lentitud, pero son sólo eso, destellos fugaces.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Un año después

Que, transcurrido un año desde que mi madre fuese operada del cáncer en el pecho y empezase posteriormente los correspondientes tratamientos, la doctora le diga que a día de hoy todo está bien, es la mejor noticia que uno puede recibir en este tramo final del verano. 
La sensación de alegría y también la de algo parecido al sosiego o a la serenidad. A seguir el camino, con otras historias (que nunca faltan), pero lejos de ese abismo, de esa fisura que de repente, de un día para otro, hace que la vida gire hacia otro lado, de un modo distinto. Y en ese giro va incluido un nuevo planteamiento, una manera diferente de ver las cosas y de enfrentarse a ellas. La manera actual con la que ahora encaramos las cosas, los hechos. Lo verdaderamente importante. Avanzamos. Nosotros. Juntos, como siempre. 

domingo, 26 de agosto de 2018

Glenn Close y su hija

Me levanto y leo los periódicos. La misma morralla y las mismas injusticias de todos los días. No voy a entrar en detalles: no quiero ensuciar este muro con esos nombres, con esas noticias. Y de repente, cuando estoy casi a punto de cerrar esas páginas, me encuentro con una fotografía de Glenn Close y su hija, también actriz, Annie Starke, y me conmueve el equilibrio, la serenidad y la belleza que transmite. Y pienso que hoy será domingo todo el día, como decía Edward Albee en su obra más importante, y esa imagen guiará mi domingo, lejos del ruido y la furia de unos tiempos infames, ridículos y avasalladores. Una madre con los ojos cerrados apoyada levemente en el rostro de su hija. Domingo todo el día, habitando en otros rincones donde las piezas encajen con sentido y donde aún nos permitan imaginar que (casi) todo puede ser posible. 

viernes, 24 de agosto de 2018

La cara de Tom Hardy

Un apreciado escritor está preparando un libro de relatos con la participación de diferentes escritores y me ha pedido uno. Me sedujo la idea (hay un tema común en todos ellos: ya os contaré más detalles cuando pueda) y le dije que sí. Estoy escribiéndolo estos días. Lo protagonizan una chica y un chico. Una historia inventada, que no tiene nada que ver conmigo. A veces, cuando escribo relatos, les pongo la cara de actores y actrices a los que admiro a los personajes. Otra veces, no. No hay una regla determinada. La cara aparece o no aparece. Es sencillo, no hay más vueltas que darle. En este caso, los personajes no tenían cara. Sin embargo, esta mañana, a primera hora, vi en un kiosko a Tom Hardy en la portada de Fotogramas y el chico de mi relato ya tiene cara. La cara de Tom Hardy. La cara de Tom Hardy en esa portada, una mañana desapacible de finales de agosto. La cara que me está mirando mientras escribo esto. 

lunes, 20 de agosto de 2018

En un cine

Yo no quiero estar en un cine como en casa. Yo no quiero estar en un cine en zapatillas ni en pijama. Yo no quiero estar en un cine hablando ni escuchando lo que hablan los demás. Yo no quiero estar en un cine pendiente del móvil ni tampoco quiero que la persona que está sentada a mi lado lo haga. Y, mucho menos, yo no quiero estar en un cine comiendo (¡como si no tuviésemos bastante con las dichosas palomitas!) como si estuviese en la cocina de mi casa ni tampoco quiero que lo haga el resto de los espectadores. 
Para mí, esta moda que está llegando de comer en los cines es el horror. Simplemente. Si lo que pretenden es que las personas que amamos el cine nos quedemos en nuestra casa, lo están haciendo muy bien. Poco a poco, ya no me cabe la menor duda, lo conseguirán. 

sábado, 18 de agosto de 2018

Leer a Lorca

Leer a Lorca. Leer a Lorca por placer, por amor, por dolor, por desamparo, por extravío. Leer a Lorca para saber lo que es un genio, para rastrear inspiración, para buscar cobijo. Leer a Lorca en aquella lejana mañana y en la mañana de mañana. Leer a Lorca hoy, precisamente hoy, por cuestiones de trabajo. Leer a Lorca, todo este tiempo, como si el tiempo, curiosamente, no significase apenas nada. Tiempo, sólo eso. Leer a Lorca, lejos de todo. Aquí, a solas. Ahora. 

jueves, 16 de agosto de 2018

Catherine y Catherine

La otra tarde estuve viendo 'Dos mujeres', la última película de Catherine Deneuve, dirigida por Martin Provost. Tiene más hondura y relevancia de la que en principio pudiese parecer. Narra con acierto las brechas que la vida nos va haciendo y también las que hacemos a los demás. Hay nostalgia, hay poesía, hay inteligencia, y hay un mano a mano entre Catherine Deneuve y Catherine Frot (tan diferentes como actrices y como mujeres como diferentes son sus respectivos personajes) memorable y sin aspavientos de divas. Frot borda su personaje de comadrona. Y creo que Deneuve no me emocionaba tanto desde 'Los ladrones', aquella maravilla de André Techiné que hoy, lamentablemente, no se puede encontrar en ningún formato. Vuelvo a dejar constancia de ello. 
Una de esas tardes en las que sales del cine con la eufórica sensación de que no todo, incluido el cine, está perdido. Y, a día de hoy, volver a sentir eso tras ver una película no tiene precio. 
(Nota personal: me acordé mucho de mi amiga Loli viendo la película porque ella, mi amiga, sobre todo en los últimos años, se daba un aire muy grande a la actriz francesa, pero ésa ya es otra historia). 

lunes, 13 de agosto de 2018

Custodia compartida

Ayer estuve viendo 'Custodia compartida', de Xavier Legrand, y ese momento (medio spoiler) en el que la madre y el hijo tienen que refugiarse en la bañera para "protegerse" del maltratador aún no se me ha quitado de la cabeza. La fragilidad más absoluta frente al sinsentido de la violencia desatada. Esos dos seres indefensos frente a la bestia. El miedo frente a la sinrazón. Qué bien queda reflejado en toda la película y en ese tramo en concreto. La angustia que sufren esa mujer y su hijo no puede transmitirse de mejor modo. Los dos, juntos, en esa bañera. 
Si, como pienso, la educación (y no lo escribo en mayúsculas, aunque debería) es una de las bases fundamentales para terminar con esta locura que sufren tantas mujeres (y, de paso, tantos niños y niñas), este tipo de películas deberían tener una mejor distribución (aquí ni llegó a estrenarse en los cines) y ser objeto de estudio y análisis en colegios, institutos, universidades y demás centros. 
Para las personas interesadas, la película está disponible en Filmin. 

jueves, 9 de agosto de 2018

El derecho a decidir

Sé que hay que intentar ser optimistas y pensar que la próxima vez ganará la justicia. Los principios que deberían de regir esta circunstancia: la libertad -no la obligación: porque el aborto tiene que ser un derecho, no es una obligación, que parece mentira que haya que recalcar estos términos una y otra vez- de cada mujer para decidir. Pero cuesta, ¡vaya si cuesta! Cuesta porque el hartazgo ya es muy grande, y la iglesia mira desde lo alto con su soberbia y entrometimientos habituales. Y siempre estamos a vueltas con lo mismo: las que tienen dinero abortarán libremente donde les dé la gana y las demás tendrán que joderse y tirar hacia delante como mejor puedan, y, lo que es aún más salvaje todavía (lo que es intolerable, habría que decir, a estas alturas de la película), arriesgar sus vidas en lugares de mala muerte y abortos clandestinos. Y eso sí que es una película antigua. Mala y antigua. 
Hay que ser optimistas, sí. Y supongo que mañana lo seremos. Pero hoy cuesta, y mucho, tratar de serlo, de intentarlo al menos, rodeados de tanta ignorancia, intolerancia y oscurantismo. Lo único positivo de la tristeza es que tiende una red entre todos los pensamientos que apuntan hacia el mismo lado, el lado de la decencia y su cabal posicionamiento. 

sábado, 4 de agosto de 2018

Gena

Gena es una gata de dos meses y medio. Es inquieta, juguetona, cariñosa. Llegó ayer por la tarde del albergue y, tras cinco minutos iniciales de indecisión y relativa timidez, se hizo con la casa de inmediato. La recorrió de punta a punta, husmeándolo todo, como cuando uno llega a una casa en la que piensa vivir los próximos años. Se subió a las estanterías, observó el interior de la lavadora, se acercó a todas las ventanas. Inspeccionó sofás, sillas, mesas y cama. Se instaló sobre nuestras piernas como si nos conociese de toda la vida, ajena a cualquier tipo de miedo. Y ya de noche, se le notaba cansada, se le cerraban los ojos, pero no quería dormir. Como en esos momentos en los que iniciamos un viaje o una aventura muy excitante y el cansancio nos vence pero no queremos cerrar los ojos, no vaya a ser que nos perdamos algo, por insignificante que sea. He tenido que instalar el ordenador en la mesa de la cocina porque no había manera de que me dejase escribir en cualquier otro lugar, y ya está trepando por las patas... 
Esto promete. 

sábado, 28 de julio de 2018

Jennifer Jason Leigh

Me preguntaba ayer mi hermana por el nombre de una actriz que acababa de ver en no sé qué serie de televisión. Sí, sí, decía, es una actriz que te gusta mucho y creo recordar que escribiste algo sobre ella. Bien. Después de algunas divagaciones, dimos con la actriz. Se trataba de la maravillosa Jennifer Jason Leigh. Y sí, efectivamente, había escrito sobre ella. En LaEscena (el artículo, titulado Una rubia intensa, está colgado en la propia revista).
Sigo imaginándola de la misma manera:
Algunas veces, cuando escucho a Leonard Cohen cantar su “Chelsea Hotel”, imagino así a Jennifer: tumbada en una cama de aquel mítico hotel (las sábanas revueltas, el espesor del tabaco, la tarde a la deriva), como un ser un poco huraño y un poco herido, como otro pájaro en el cable, y que me disculpe Janis Joplin.

miércoles, 18 de julio de 2018

Coplas

Ya os conté la afición de una de las personas que viven en el edificio de enfrente por la copla. No tengo nada contra la copla (unas me gustan más que otras, todas en su justo momento), pero a veces, cuando abro la ventana por la mañana, siento que estoy viviendo dentro de 'Si te dicen que caí'. Y que voy a ver en cualquier momento a Victoria Abril, cigarro en mano, rubia platino como Carmen Broto, tarareando aquello de A la lima y al limón...  

sábado, 7 de julio de 2018

Músicas

Esta mañana, al abrir la ventana del estudio, percibí la música que alguien en el edificio de enfrente estaba escuchando. Una cantante de coplas antiguas que se parecía a la Piquer pero que no era la Piquer. Ahora, de ese mismo lugar, alguien que no es Bob Geldof canta 'I don´t like mondays'. Es una versión más lenta que la original y más larga. Parece una grabación en directo. Suena una y otra vez. Como esas veces en las que, más melancólicos que eufóricos, escuchamos constantemente la misma canción, pensando que tal vez de ese modo el mundo y todos sus problemas pudiesen quedarse al margen de esos cinco minutos. 
Es asombroso cómo a veces nuestros estados de ánimo se acoplan a los estados de ánimo de gente a la que ni siquiera podemos ponerle rostro, una tarde cualquiera de verano. 

jueves, 5 de julio de 2018

Orgullo gay II

El Orgullo gay es reivindicación y es fiesta. Y está bien que así sea: lo uno no está reñido con lo otro.  Y también tiene que ser, antes o después de la fiesta, reflexión. Por ejemplo: La gente mayor que está en residencias donde la mayoría es heterosexual (y no hay que ser muy inteligente para deducir que, en muchos casos, se trata de una mayoría homófoba). Ese gente mayor que padeció lo suyo durante 40 años de franquismo. No sería mala idea dedicar un año a la reivindicación y a la fiesta, y también a los supervivientes (hombres y mujeres) de todas las luchas y batallas que podemos imaginar detrás de cada una de esas vidas. 

jueves, 28 de junio de 2018

Orgullo gay

Que te gusten los chicos, si eres un chico, o las chicas, si eres una chica, no es un orgullo. Es algo que forma parte de ti de modo natural. Como lo es el color de tu pelo o de tus ojos. Lo que es un orgullo es sobrevivir a todas las hostias que la vida que va proporcionando a lo largo de sus diferentes etapas por el hecho de que te gusten las personas de tu mismo sexo. Lo que es un orgullo es vivir tu vida de la manera en la que crees y no avergonzarte de lo que para algunas personas insensatas e intransigentes sigue siendo motivo de vergüenza. Lo que es un orgullo es alzar la voz y clamar contra las amenazas y la discriminación. Y lo que también es un orgullo es saber que otra gente con tus mismos posicionamientos hizo lo mismo en tiempos y circunstancias muy complicadas. Por eso hoy es un día para recordarlas a todas ellas, y para recordar también que hay mucha gente en muchos lugares del mundo que no puede decir públicamente lo que yo estoy diciendo ahora. 

miércoles, 27 de junio de 2018

Recordando a la Matute

Abrir de nuevo los libros de Ana María Matute es regresar al mundo de la infancia, de la adolescencia, de la belleza y de la crueldad. Al mundo del tiempo azul y de los tiempos negros. A esas luces que, trémulas, iluminan una parte de la noche, y son faros y son preámbulo de sorpresa y de misterio, según el instante de la narración. Volver a esos libros es descubrir otra vez la vida en toda su extensión y complejidad, contada, eso sí, de un modo tan sencillo como poderoso, como si alguien nos narrase un cuento donde las piedras y los abrazos se sucedieran y confundieran a su libre albedrío, casi de una manera mágica e imprevisible. Volver a esos libros es regresar a todas las edades que hemos tenido. Es, también, adentrarse en la edad actual como si uno, como todo su bagaje, se adentrase en un bosque frondoso y liberador, que es, con sus variaciones, como nos enfrentamos a la vida, cada mañana.

sábado, 16 de junio de 2018

Cafetería San Francisco

La cafetería San Francisco es uno de esos pocos lugares que sigue conservando en esta ciudad la decoración de finales de los 70. Las paredes, la barra, el suelo, las lámparas... Se resiste a las reformas y ahí, a mi modo de ver, reside su encanto. Ahí, y en la estupenda comida que sirve, lógicamente. Comer un plato combinado allí es retroceder treinta y pico años atrás, verte sentado en una de esas sillas cuando los pies apenas te llegaban al suelo y escuchando las explicaciones de tu madre sobre cualquier asunto de la vida, comiendo un plato combinado, merendando unas tostadas con mantequilla y mermelada o un bocadillo de calamares, después de volver del médico (por ejemplo). 
Todos estos lugares van despareciendo porque los cierran o los convierten en franquicias de medio pelo. Ojalá esta cafetería aguante muchos años. Porque, comida al margen, constituye una especie de refugio donde la memoria se mantiene a flote, ofreciendo todas esas estampas que conforman lo que somos a día de hoy. 

miércoles, 13 de junio de 2018

Mamá cumple 69 años

Mi madre cumple hoy 69 años. El mejor regalo que se le puede hacer es invitarla a comer. Aunque es una buena cocinera, huye de los fogones en cuanto puede. Por eso he preparado bacalao y flan de huevo, dos de sus platos favoritos. Miro hacia atrás y el camino a su lado es tan positivo que ninguna de las enfermedades con las que hemos tenido que aprender a convivir logra oscurecerlo en modo alguno. Miro hacia delante y sólo veo cazuelas con bacalao y grandes platos con flan de huevo. Muchas cazuelas de bacalao, muchos platos con flan. Vivir con miedo siempre es un asunto de cobardes.