domingo, 12 de noviembre de 2017

La noche que no paró de llover

Cuando a mi madre le detectaron el cáncer de mama contra el que estamos luchando (todo va bien encarrilado, toquemos madera), estaba leyendo 'La noche que no paró de llover', la última novela de la escritora Laura Castañón. Fueron aquéllos días de desconcierto, de rabia, de impotencia, de lágrimas. (Y de ciertas decepciones con algunas personas que dicen ser tus amigas, pero esa historia es más vieja que el hambre, como bien sabe todo el mundo). Días de andar un poco perdido y días de inevitable ansiedad. Eran muchas las ganas de que operación y tratamiento comenzaran de una vez. Cuando, en los momentos de relativa calma, trataba de volver a la novela de Laura, algo me impedía continuar con su lectura, pese a tratarse de una historia muy bien narrada. Esos resortes extraños que son más poderosos que nosotros mismos y para los que no hace falta buscar demasiadas explicaciones. ¿Para qué? Sabía que en algún momento volvería a la novela. He vuelto a ella estos días, en el hospital, mientras mi madre recibe su tratamiento. Y qué gozada. En ese silencio que sólo se rompe cuando una enfermera indica algo con amabilidad (mi gratitud de nuevo a todo el personal sanitario del HUCA) o las caras de todos los días te dan los buenos días, he disfrutado mucho con la historia de esas mujeres. Es una novela preciosa. Y que hoy, cuando ya no soy el mismo de hace unos meses (una enfermedad así, aunque suene a tópico, te cambia la percepción y el sentido de todo), recomiendo vivamente. 

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