lunes, 21 de agosto de 2017

Más sudor, menos postales

'La seducción', de Sofía Coppola, es una película interesante pero irregular. Hay un momento (más o menos hacia la mitad) en el que la historia parece estancarse, como si la directora hubiera rodado algunas secuencias más y después hubiese decidido eliminarlas en el montaje final. Pese a una excesiva frialdad, está bien tratada la relación entre las mujeres cuando aparece el objeto del deseo de casi todas ellas, ese Colin Farrell que debería mostrarse más intenso para dilucidar desde el principio si estamos ante una víctima o un verdugo. De hecho, es en este punto, el de la seducción, sobre el que se sustenta toda la película. Sin embargo, insisto, esa frialdad en el tono resulta un tanto decepcionante. Se echa en falta más sudor, más garra, más desmelene. Un toque más salvaje. Por decirlo claramente: estamos en Virginia (en guerra), no en Versalles. Las mujeres no pueden exhibir los mismos maravillosos vestidos e inmaculados peinados en esas cenas elegantes y en los duros trabajos en el campo o en la cocina. No resulta creíble. 
Nicole Kidman está bien, y el resto de las chicas también. A Kirsten Dunst le hemos visto mejores interpretaciones. Su papel es el más complejo de la película y su rostro, impasible, ofrece el mismo registro en todo momento. 
He pensado, al salir del cine, que la historia tiene todos los requisitos para ser una buena función teatral. Donde el calor y el desgarro y el deseo furioso sean palpables. Y las bonitas postales de las que Coppola abusa, queden a un lado.  

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