sábado, 8 de julio de 2017

Días de lluvia

Hoy tampoco habrá paseos por la playa, ni cervezas heladas en las terrazas. Saldré a la calle y, mientras Íñigo termina de trabajar, daré una larga caminata y recogeré en la biblioteca uno de los libros que tenía reservados. Tal vez, en la biblioteca, encuentre otro hallazgo y, a la salida, me anime a comprar un pequeño ramo de flores en uno de los puestos del FontánLuego, llegaré a casa de mis padres y prepararé un pisto casero para los tallarines, y abriré una botella de vino tinto, y tomaremos queso y piña de postre. Y escucharemos la lluvia con la ventana abierta mientras bebemos un gin-tonic y recordamos el sol de otros veranos. Estoy seguro de que también recordaremos otras cosas. Y caerá la tarde, y regresaremos a casa, en silencio, bajo ese paraguas azul y negro que compramos el otro día cuando nos pilló por sorpresa la tormenta, y ninguno de los dos pronunciará la palabra otoño ni la palabra invierno. Porque las únicas horas que cuentan son éstas, las que viviremos a lo largo de este día oscuro y lluvioso de principios de julio. 

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