sábado, 13 de mayo de 2017

Maullidos

Los maullidos de un gato me despertaron a las cuatro de la mañana. Procedían de la calle. Maullaba de un modo muy parecido a Francesca cuando llegamos a casa y se siente abandonada (da igual que hayamos estado fuera media hora que el día entero: los lamentos de abandono son los mismos), así que tal vez fuese una gata. Seguro que era una gata. Levanté la persiana y eché un vistazo. Los maullidos persistían, pero, pese a las luces de las farolas, no logré distinguir dónde se encontraba. No creo que se tratase de una gata callejera (vamos a suponer que era una gata), sino de una que se había escapado de alguna de las casas de los alrededores. Preparé café y me puse a escribir. Los maullidos persistían. Francesca, medio dormida, ni se inmutaba. Un rato después, se oyeron unas voces y la gata (vamos a seguir suponiendo que era una gata) dejó de maullar. Quizá sus dueños dieron con ella. Seguí escribiendo. Ahora, con el sol entrando por la ventana del estudio, todo está en silencio. Sólo el sonido de unos pájaros rompe ese silencio. Francesca, ya despierta, observa su vuelo inquieto, con desgana. 

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