domingo, 5 de marzo de 2017

Loli, esa amiga

Ahí viene, con su abrigo de leopardo y su melena rubia bajo un sombrero que le sienta de maravilla. Ahí viene, Loli, mi amiga, amiga de nuestra familia desde que mi memoria recuerda, tantos años ya. Ya escribí más veces sobre ella. Loli es glamour, es estilo, es diferencia. Loli, vamos a decirlo claramente, es única. Va más allá de esta ciudad. Loli es un personaje de Madrid, de París, de Londres, de Nueva York. Mi madre (son amigas desde muy jóvenes) siempre me cuenta que, antes de casarse, iban juntas por Mieres y ella, Loli, llevaba un abrigo rojo espectacular y todo el mundo se volvía para mirarla. Ella no quería llamar la atención: ella era así. Yo aún no había nacido, como el protagonista de la última novela de Ian McEwan, pero puedo imaginarla. Tan rubia, tan llamativa (sin pretenderlo), tan auténtica. Como Marilyn, como Catherine, como Sara. Pertenece a esa misma estirpe de mujeres, de estrellas (no hace falta ser actriz ni cantante, ni siquiera escritora, para ser una estrella). Aunque no haya sido actriz, ni cantante, ni escritora, ni falta que le hace. Ha sido (y es) nuestra amiga. Estuvo en nuestra boda, está en nuestras vidas, siempre tan cercana. Es un personaje de esta ciudad y es un personaje de Studio 54. La recuerdo una Nochevieja, finales de los ochenta, con un mono de lentejuelas digno de la mismísima Liza. Los diferentes nos encontramos. Sobre todo, en lugares tan pequeños como éste. Yo lo tuve fácil. Ya estaba en mi vida cuando nací, y ahí sigue, formando parte de ella. Un espíritu libre. Mi amiga. En este Oviedo ruinoso y en aquel otro lleno de luces donde todo parecía posible.  

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