miércoles, 8 de marzo de 2017

8 de marzo

No tuvo que enseñarme a respetar a las mujeres porque, observando desde muy pequeño cada uno de sus comportamientos, ya estaba implícito ese respeto. El respeto, sí. Y la educación, los buenos modales, la libertad (y los medios, claro) para que nos convirtiésemos en aquello que deseábamos. Todo eso lo aprendí de ella, de mi madre. No hacía falta más que seguir su modo de actuar, que es lo que solemos hacer cuando tenemos pocos años y empezamos a descubrir el mundo. Observar y actuar como los mayores lo hacen. Mi madre me compró mi primer libro y, ayer mismo, tantos años después, el último hasta la fecha. Ella también me compró mi primera muñeca porque consideraba que no había nada de malo en que un niño jugase con muñecas. Esa naturalidad -que no deja de ser otra manera de expresar el respeto y de diferenciarse de los intolerantespara todo es una de las cosas que más admiro en ella. Por eso, y por otras razones que os imagináis, mis palabras en este día van para ella. La solidaridad y la complicidad, con todas las demás. Como todos los días, vaya. 

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