viernes, 21 de octubre de 2016

Días de...

Ayer se celebró el Día de la Espondilitis Anquilosante. Mi madre padece esa enfermedad desde hace nueve años. Es una enfermedad muy dura, dolorosísima, que afecta a los huesos y a las articulaciones. Los periodos de dolor van y vienen a su antojo. Cuando se presentan, lo hacen con toda su intensidad. Las articulaciones dejan de funcionar e inmovilizan partes de su cuerpo. Caminar de una habitación a otra de la casa supone el más terrible de los esfuerzos. Este año, sobre todo de abril a agosto, ha sido tremendo. El tratamiento inicial dejó de funcionar. Había que cambiarlo y hubo que esperar al mes de agosto (colapso en la consulta, imposible adelantar la cita, por mucho que se intentó). A partir de ahí, con una nueva inyección mensual, las cosas mejoraron sustancialmente. No hay dolor. Alguna pequeña molestia, algún día, pero eso es inevitable. Con todo esto quiero decir que los Día de... deben servir para algo más que para ponerse un lacito o recordar con pena a los enfermos (mañana podemos ser cualquiera de nosotros los que padezcamos ésta o cualquier otra enfermedad incurable: no conviene olvidarloconcienciar a los políticos sobre el dinero empleado a la sanidad y a la investigación. Si no hubiesen existido esos medios, no se habría llegado a esa potente inyección que ahora es el alivio de mi madre (y de tantas otras personas). Concienciar a los políticos y concienciar a la sociedad para que no vote a esos políticos que deciden recortar en cosas tan fundamentales para la dignidad de las personas enfermas y de quienes las rodeamos. Que las palabras, como los lazos de colores que nos ponemos en las solapas, no se las lleve el viento. 

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