martes, 16 de agosto de 2016

Un hombre sentado en un banco

El hombre está sentado todos los días en el mismo banco, a la sombra de unos árboles. A su lado, una lata de cerveza abierta y una bolsa con más cervezas. No importa que la hora de mi paseo sea por la mañana o por la tarde. El hombre siempre está en el mismo banco, rodeado de las mismas cervezas (puede que compre un pack por la mañana y otro por la tarde, no lo sé). Lleva una barba blanca y muy poblada, posee un rostro serio y demacrado, y probablemente tenga menos edad de la que aparenta. Parece cansado, muy cansado. No hablo de cansancio físico, sino de ese otro cansancio que vence más que diez horas de trabajo y del que siempre resulta complicado restablecerse. Cada vez que paso por allí, por la mañana o por la tarde, no puedo evitar la pregunta: ¿Cuáles son los motivos? No resulta muy complicado imaginarlos. Desde que empezó la crisis (el paro, la falta de dinero, etcétera, etcétera), cada vez es más frecuente encontrarte con personas así. El mundo sigue rodando y a nadie (dentro de ese nadie, con mayúsculas, me refiero también a los políticos) parece importarle demasiado que pasen estas cosas. Lo importante es salvarse el propio pellejo. Que la pistola siempre apunte hacia otro lado. 

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