lunes, 8 de agosto de 2016

'Achilipú'

Eran noches locas, divertidas, desmesuradas, interminables. Noches de verano, en Gijón. Noches de juventud, de pieles calientes, de deseos constantes. De amores fugaces y besos hambrientos. Bebíamos vino y contemplábamos la luna. Y después, en la misma noche, bebíamos whisky y nuestro único afán hasta el momento de ir a la cama o la playa era bailar. Bailar hasta el fin de la madrugada, cuando ni siquiera entonces el deseo desaparecía. Aquella llama doble de la que habló Octavio Paz, tan presente. La del amor y la del deseo. Todo en una misma noche, como corresponde a determinadas edades, y al día siguiente, ya recuperados, vuelta a empezar. Los mismos deseos, los ojos que ardían, el hielo en el borde de los labios. Y así, en aquellas noches de verano (o de invierno, qué más da), alcanzando la madrugada, nos metíamos en aquel local cerca del puerto donde cantaban unos gitanos de ojos claros y voz aguardentosa. Gitanos que fumaban Winston sin parara y que cantaban por Serrat, Manzanita, María Jiménez o Dolores Vargas, que se murió este domingo y me ha hecho recordar todo esto. Aquel 'Achilipú' podía ser un bonito fin de fiesta, aunque siempre queríamos más, mucho más (de todo), que la juventud es lo que tiene. Las palmas, los ojos negros de la morería, el sabor del whisky, la cabeza dejándose llevar por el deseo, una vez más. Y Ava Gardner, en medio de la pista y de nuestra imaginación. Ava, descalza como aquella pobre condesa y hermosa como ese fantasma que no has conocido y que se presenta cuando le viene en gana. 
Qué lejano parece ya todo eso.  

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