viernes, 24 de junio de 2016

Un vestido por San Juan

Mi abuela, modista de profesión, le confeccionaba todos los años un vestido a mi madre para que lo estrenase el día de San Juan. En Mieres, donde vivían, siempre se ha celebrado mucho este día. Solía llover, casi todos los años. No importaba. Mi madre estaba feliz con aquel vestido que la abuela, en sus ratos libres, le cosía. Salía a pasear o a tomar algo con sus amigas o, cuando le conoció, con mi padre. Con aquel vestido nuevo. El que la abuela, siempre llena de trabajo y quitándole horas al sueño, le regalaba. Quizá copiaba el diseño de alguna revista de moda o se lo inventaba ella, la abuela, siempre creativa y elegante. Hoy también llueve. Mi madre me ha recordado esta historia. Y, de repente, la he imaginado así: joven, atractiva, sonriente, con su pelo largo y su vestido nuevo. Paseando con sus amigas o con mi padre antes de que se casaran, antes de que nacieran sus hijos. Ajena al futuro que les aguardaba. En aquel tiempo que, fijado en su memoria, es un tiempo feliz. Y en la mía, casi cincuenta años después, es el fotograma de una película que está por escribir. 

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