sábado, 9 de abril de 2016

La caspa

Me gusta, como sabéis, llenar este espacio con cosas que nos hagan la vida más agradable. De rostros, voces y palabras donde la belleza, en cualquiera de sus manifestaciones, esté presente. Creo que es lo que nos salva de todo este embrollo que nos está tocando vivir. Pero hoy, después de leer las declaraciones de Arévalo y Bertín Osborne donde muestran su indignación porque no les permiten hacer chistes de mariquitas (literal), tengo que hablar de ello. Y tengo que hacerlo porque he sentido tanto asco al leer lo que dicen que de alguna manera hay que desahogarse. ¿Chistes de mariquitas? ¡Por favor! Un respeto (debería escribir estas palabras con mayúsculas). Un respeto por todas esas personas que sufrimos durante años acoso escolar como consecuencia, entre otras cosas, de la vigencia y las risas que provocaban esos putos chistes (del barro de la ignorancia, como siempre, todos estos lodos). Por todas esas personas que, a día de hoy, lo siguen sufriendo. Y por todas esas otras que, en muchos países, aún son asesinadas por querer o desear a personas de su mismo sexo. No hay disculpa, señores. Son ustedes unos impresentables. Y me callo ya porque no quiero caer en la grosería ni en la mala educación, que es lo que me está pidiendo el cuerpo a gritos.   

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