viernes, 1 de abril de 2016

Capote, ese genio

Este artículo fue publicado en la revista cultural LaEscena

Vamos a dejarlo claro desde este momento: Truman Capote fue un escritor genial. Sí, también fue un hombre excesivo, controvertido, polémico, chismoso y adicto a las fiestas, a los enfrentamientos dialécticos con otros escritores (míticos son sus desencuentros con Norman Mailer, aquel tipo duro que, a diferencia del propio Truman, no bailaba) y a demasiadas cosas que acabaron (se supone) con su vida y con su obra prematuramente. (La estupenda y exhaustiva biografía de Gerald Clarke se puede leer casi como una novela). Pero volvamos al principio, que es lo que nos interesa, a su genialidad. Siempre he considerado que 'A sangre fría' sería suficiente para que le hubiesen dado el Nobel y para que su nombre permaneciese en todo momento en el santuario de nuestros escritores favoritos. Es una obra monumental a la que nadie, tratando temas reales transformados en novelas, consiguió acercarse aún. Conociendo la historia como ya la conocemos, se puede abrir el libro por cualquier página, escoger un párrafo al azar y deleitarte con el modo en que aquello está escrito. Si alguien te pregunta qué es la literatura, puedes señalar ese párrafo. Y sobran más palabras. 
La primera vez que estuve en Nueva York y visité la casa de Brooklyn donde Capote escribió ese libro que le llevó a la gloria y de ahí -como en un brutal abrir y cerrar de ojos- al infierno, sentí un tremendo escalofrío. Allí, en aquella especie de sótano, en muchas mañanas frescas y soleadas como aquella, aquel hombre bajito y de voz chillona, de un modo incansable y obsesivo, había escrito aquella obra. La genialidad ahí, a escasos metros de estos ojos de mitómano. 
Ahora, Anagrama acaba de publicar sus primeros cuentos. 'Relatos tempranos'. En ellos se pueden encontrar alguno de los temas que trataría posteriormente en su obra. Los retratos femeninos, el viejo Sur, los niños solitarios... No son sus mejores cuentos, desde luego, pero sí se trata de una gozosa curiosidad que nos sirve para intuir sus primeros balbuceos literarios. El origen de todo lo que vendría después. La gloria y la decadencia. Esa decadencia en la que, pese a todo, seguía siendo un escritor genial, dijese lo que dijese públicamente el señor Mailer. 'Música para camaleones' es un buen ejemplo a este respecto. Ya sabéis: "Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse".
Palabras que, casi como epitafios, siguen conmoviendo del mismo modo que en aquella lejana tarde en la que las leímos por primera vez.

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