domingo, 10 de abril de 2016

Almodóvar

Me gusta mucho el cine de Almodóvar. Como a todo el mundo, unas películas más que otras. Me gusta desde que a los catorce años vi 'Matador' en una de las salas de los desaparecidos cines Clarín. Un año más tarde, en los Brooklyn, vi ' La ley del deseo'. El impacto fue brutal. Me enamoré de aquellos personajes. Mucha gente, mediados de los 80, abandonaba la sala por la temática de la película. Por la naturalidad con la que Pedro abordaba unos temas que, en aquellos años, eran tabú para la mayoría de la sociedad española. Almodóvar era un director valiente y algunos de nosotros, pese a nuestra corta edad, ya lo admirábamos, perdidos en nuestra propia soledad y en la incomprensión que sufríamos por parte de los demás. 
Han pasado muchos años. Muchas películas. Muchas críticas. Mucha gente que ha perdido su admiración por el director manchego. La vida es así. Yo sigo pensando que unas películas me gustan más que otras, pero también sigo pensando que Almodóvar es un director único e imprescindible en nuestro cine. 'Julieta', de la que próximamente hablaré, es una muestra de lo que digo. 
Yo tengo quince años, y estoy ahí, en aquella sala de cine donde se proyectaba 'La ley del deseo', pensando que ese mundo de la pantalla existe más allá de mi ciudad. Con el tiempo, descubriría que las cosas eran así. Y que aquellos idiotas que abandonaban la sala eran sólo eso, unos idiotas. 

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