miércoles, 23 de marzo de 2016

Bruselas

No conozco Bruselas. Sin embargo, esa ciudad ha estado muy presente en nuestra familia porque a ella se fueron mis tíos, décadas atrás, a buscarse la vida. Mis tíos regresaron a este país hace ya unos cuantos años. Mi primo y parte de la familia de mi tía sigue viviendo allí. Ayer llegué a casa cerca del mediodía y me enteré de lo sucedido. Lo primero que hice fue contactar con mi tía para asegurarme de que primo y su familia estuviesen bien. Lo instintivo. Lo lógico. ¿Después? Lo de siempre. Por mucho que se reflexione, que se piense, que se escriba, ¿quién detiene todo esto? La sensación de derrota y de frustración es constante. La hipocresía, en determinados casos, planea a sus anchas. La normalidad regresará poco a poco y el año que viene recordaremos con dolor esta fecha. Como tantas otras que marcan de sangre y miseria los calendarios. Me siento triste e impotente. Creo que son las dos palabras que mejor definen hoy mi estado de ánimo. Y la impotencia, creo, es aún más terrible que la tristeza.    

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