sábado, 13 de febrero de 2016

Más días de radio

La vida está llena de obstáculos, ya lo sabemos, y también está llena de cosas a las que agarrarse para hacer más llevaderos esos obstáculos. La radio, que hoy celebra su día, es una de ellas. ¡Qué sería de nosotros, los insomnes, sin la radio! La radio, en esta casa, está casi siempre encendida. En una emisora u otra, dependiendo de la tarea que esté realizando. Si escribo, la única posibilidad es Radio Clásica. El resto del tiempo, el dial va moviéndose de un lado a otro según el estado de ánimo. La radio está unida a imborrables recuerdos de la infancia. Cuando íbamos a ver a los abuelos, siempre tenían encendida la radio. Y ese sonido, el de las voces que salían de aquel aparatito, va asociado a los deliciosos olores a comida recién hecha que se expandían por aquella cocina, la de la abuela. Las voces de la copla, las de los locutores antiguos, las de los cantantes que ya empezaban a gustarnos... Aquella radio de nuestra infancia. Luego vendrían otras voces, otros programas, otras músicas. En el filo de la madrugada o de la tarde: a cualquier hora, en realidad. Siempre cerca de la radio: la radio como compañía, como aprendizaje. ¡Cuántas cosas hemos aprendido escuchando determinados programas! La radio también nos ha salvado de algunos naufragios. Sobre todo, de madrugada. Encender la radio y saber que ahí estaba esa voz cómplice que distraía nuestros quebraderos de cabeza o nuestros insomnios (como el de hoy, otra vez). La radio, ahora mismo, en cuanto deje de escribir esto, y entre en la cocina para preparar la comida (albóndigas de carne). Con el volumen muy bajo, eso sí, que no son horas.   

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