domingo, 31 de enero de 2016

El cumpleaños de Asmaan

Asmaan es una mujer alta, negra, bellísima, inteligente. La conocí hace muchos años. Hacía pocos meses que había conocido a Íñigo y aún trabajaba en la librería Aldebarán. Él pasaba a recogerme al mediodía y nos íbamos a tomar unos vinos al local que ella, Asmaan, regentaba. Un local que, por cierto, nunca volvió a ser el mismo sin ella. Todo el mundo la miraba porque era realmente una mujer que parecía sacada de una película o de una revista de moda. Se movía con soltura y naturalidad entre aquellas miradas. Y atendía a la clientela con una profesionalidad exquisita. A partir de aquellos gloriosos mediodías (Íñigo y yo tan ilusionados con aquella historia que estaba comenzando, que nos trajo hasta este día), nació nuestra amistad con ella. Dulce, cariñosa, atenta, Asmaan celebra hoy su cumpleaños. De ahí que escriba estas palabras. Y porque me gusta charlar con ella, encontrarla inesperadamente por la calle, besar su piel suavísima, abrazarla fuerte y desearle, como siempre, lo mejor. Que es lo que se merece. Así se lo dije, el otro día, en uno de esos encuentros inesperados en la calle, en medio del frío y la amenaza de lluvia, donde ella, con su gorrito de lana, volvía a lucir como lo que es: una mujer espectacular. En todos los sentidos. Felicidades, querida.

jueves, 28 de enero de 2016

'Carta a mi mujer'

Todos los meses mi madre me regala un libro. Lo que viene siendo el mejor legado que me puede dejar. Ayer le pedí 'Carta a mi mujer', de Pentti Saarikoski. Lo empecé anoche y no he podido soltarlo. Es una carta-diario que el escritor finlandés le escribe a su mujer, en 1968. Le cuenta su estancia de varias semanas en Dublín (la ciudad de James Joyce, la ciudad que le fascina), su tormentosa relación con otras mujeres del pasado, su desmesurada adicción al alcohol... Después de un buen desayuno, la ginebra. Le habla del deseo que siente por ella. Y aunque utiliza un lenguaje descarnado (lo que estuvo bien en su momento en Bukowski no lo está en otros escritores que terminan agotándome), lo hace de una forma tan poética que la brutalidad se convierte de inmediato en un acto romántico. La total ausencia de pudor se convierte en una salvaje declaración de amor y de deseo. Que, al fin y al cabo, con un lenguaje u otro (digamos polla o digamos pene: odio la palabra pene, por cierto), es lo que mueve el mundo desde el principio de los tiempos, ¿no?   

miércoles, 27 de enero de 2016

Carmen

Uno, tenga la edad que tenga, siempre piensa que sus padres o los padres de sus amigos nunca van a morir. Es un pensamiento que va unido, evidentemente, al deseo de que eso, la muerte, no haga su aparición. Pero la hace, por desgracia. La muerte, a veces, se presenta por sorpresa, inesperadamente, y las cosas son más dolorosas aún si cabe. Acabamos de enterarnos de la muerte de Carmen, la madre de una amiga, y aún estamos conmocionados. Carmen era, físicamente, una mujer espectacular. Con ese tipo de físico y elegancia que tiene Gena Rowlands. Y era, sobre todo, una buena mujer. Siempre tenía una sonrisa en los labios pintados de rojo y una palabra amable. A menudo le decía a mi madre cuánto nos quería a Íñigo y a mí. Era recíproco. Vivía al lado de la casa de mis padres y solíamos coincidir con ella en las terrazas de los alrededores. Siempre era un placer verla: contagiaba optimismo y alegría, aunque últimamente se quejase de sus dolencias y de la decadencia de estos tiempos. Quiero recordarla así, sentada en las terrazas o en los actos en los que coincidíamos, rodeada siempre -siempre- de gente joven: con su melena rubia (idéntica a la de Gena), su eterno cigarrillo entre los dedos, su elegancia, sus pañuelos de colores y esas ganas de vivir que, con dolencias o sin ellas, siempre transmitía. Descansa en paz, querida.

Sin palabras

Uno avanza en la vida como puede. Ya lo dije hace tiempo: he aprendido (creo) a vivir con el insomnio. Escribo, leo, cocino, veo una película, me preparo una infusión, como una manzana o un yogur. Y vuelvo al ordenador y abro los periódicos digitales y me encuentro con la noticia que más temía, que más temía todo el mundo: la muerte de esa niña de apenas unos meses que un hombre arrojó por la ventana después, según dicen, de abusar de ella. La casa está en completo silencio, no puedo hablar con nadie. Y siento deseos de llorar, y lo hago, porque aquí no hay palabras que valgan. Uno asiste impotente a muchos hechos en esta vida, personales y colectivos. Éste es uno de ellos. Uno de los más espectaculares, de los más escalofriantes. Hay que mantener, sí, la sangre fría, aunque cueste, aunque el panorama sea insoportable (lo es desde hace mucho tiempo). Pero también hay que aplicar las leyes implacablemente sobre estos individuos. Y hay que educar, educar, educar: en casa (primero) y en el colegio (después). No perder esa perspectiva. Bajo ningún concepto. No me cansaré de decirlo, aunque hoy casi no pueda ni hablar.

lunes, 25 de enero de 2016

Ava Gardner

Se murió, hace 26 años, en Londres, donde pasó los últimos años de su vida. No hace falta hablar de excesos ni de pamplinas parecidas. Recuerdo que cuando dieron la noticia de su muerte algunos periodistas hicieron alusión a eso. Se murió porque hay que morirse, y punto. Por lo que sabemos, disfrutó de la vida: se la bebió, literalmente, como decía aquel espléndido libro que narraba sus andanzas por este país. Fue una mujer bellísima, una buena actriz y una estrella deslumbrante. Supongo que hizo lo que le dio la gana y lo que la vida le permitió, que son conceptos que no siempre van unidos y por los que siempre, tanto por uno como por otro, hay que pagar un precio. La recuerdo hoy y la recuerdo siempre. Porque esas mujeres que uno descubre en la adolescencia nunca se van de la memoria.     

domingo, 24 de enero de 2016

Reencuentro (Microrrelato)

Le perdimos la pista hace mucho tiempo. Cuando todos en la pandilla empezamos la carrera, ella se marchó a estudiar lejos. Al extranjero, creo. Y en estos últimos veinticinco años no supimos nada de su vida. Sus padres también se fueron a vivir a otra parte. La otra tarde, a punto de comenzar la primavera, la encontré recorriendo las callejuelas del pueblo. Nos reconocimos enseguida. No había cambiado mucho. Siempre ha sido una mujer interesante. La madurez le está sentando bien. Estuvimos charlando un buen rato. Le dije que este sábado haríamos la primera comida de la primavera. Que vendría toda la pandilla. Los que quedábamos por aquí, claro. La invité. Aceptó. Y hoy, por fin, ha llegado el día, ¡qué largas se hacen algunas semanas! Hemos tenido suerte con el tiempo. Me preguntó por Carlos. Le dije que vendría. Que está separado y que tiene dos hijos. Se quitó las gafas de sol y sonrió. Dijo que traería unas botellas de cava, para brindar.  

viernes, 22 de enero de 2016

Los Chichos

La música de Los Chichos me lleva al Mieres de mi infancia, a finales de los 70. A las barracas que se instalaban cerca de la casa de los abuelos los días de fiesta. Al dinero que nos daba el abuelo para pasar la tarde allí. Al jolgorio de los coches de choque, los tiovivos, el tren de la bruja, los trozos de coco y los empalagosos algodones de color rosa. A todo aquel paisaje donde estaban ocurriendo cosas (la droga) que, como es natural, se le escapaban a aquel niño de nueve o diez años que, eso sí, de refilón, ya se empezaba a fijar en los gitanos guapos que se encargaban de aquellas atracciones y que fumaban un Winston detrás de otro. Estaban Los Chichos y estaba la gran María Jiménez. Era la banda sonora de aquellas jornadas inolvidables. Estoy seguro de que más de una persona recordará paisajes similares mientras su música suene en el Primavera Sound, cuando PJ Harvey se tome un respiro y se fume un cigarrillo entre bambalinas.

jueves, 21 de enero de 2016

Esperanza Roy

Mencionaba ayer aquí a Esperanza Roy y hoy leo que es una de las candidatas de este año para recibir el premio "Toda una vida" que otorga la Unión de Actores. Aunque entre los candidatos hay gente a la que admiro tanto como Charo López, Marisa Paredes, José Luis Gómez o Manuel Galiana, creo que por edad le corresponde a Roy (cumplió ochenta años el pasado noviembre). Es, evidentemente, una de las actrices más completas de este país. Ha hecho de todo, en cine y en teatro: comedia, revista, drama... Recuerdo su poderosa interpretación en `La vida perra de Juanita Narboni´ (película de Javier Aguirre basada en la novela de Ángel Vázquez), en cine, y `Shirley Valentine´, en teatro. Dos monólogos, cada uno a su manera, tremendos que ella, con su voz característica y su talento, defendía con una entrega absoluta. Es una de esas actrices -en `Shirley Valentine´ lo demostraba ampliamente- que pasa de la comedia al drama con una tremenda facilidad. Esa línea -de la comedia al drama en apenas unos segundos- que dominan las grandes de verdad. Como Shirley MacLaine o Carmen Maura.  
Sí, creo que el premio deberían otorgárselo a ella. Y que los señores académicos también deberían ir pensando en esta señora para los Goya. ¡Cuántas injusticias!    

miércoles, 20 de enero de 2016

Un recuerdo para Ettore Scola

Fue una de esas historias que marcaron mi adolescencia. `Una jornada particular´. Puede que ahí comenzase mi fascinación por ese tipo de personajes femeninos: fuertes, contradictorios, vulnerables. Y los primeros descubrimientos de la homosexualidad en el cine. Creo que, sin lugar a dudas, Sofía Loren realizó la mejor interpretación de su carrera en esta película. Y Marcello, una de las más conmovedoras. (Siempre me quedarán las ganas de saber lo que hicieron -en teatro- Charo López y a Esperanza Roy con ese papel que también les iba como anillo al dedo. Pienso que, a día de hoy, Aitana Sánchez-Gijón sería perfecta para una nueva adaptación teatral). Ettore Scola fue uno de esos buenos directores de cine que, sin ser geniales, tanto aportaron al cine y a nuestras vidas con sus trabajos. Murió ayer, en Roma, a los 84 años. Descanse en paz.  

martes, 19 de enero de 2016

Las madres de Almodóvar

La figura materna está muy presente en el cine de Almodóvar. Las madres que más me conmueven de su filmografía son: la madre que interpreta Carmen Maura en `¿Qué he hecho yo para merecer esto?¨, la madre de Victoria Abril en `Átame!´ (interpretada, en una escena realmente conmovedora, por la madre del propio Pedro, Francisca Caballero), la de Chus Lampreave en `La flor de mi secreto´, la de Cecilia Roth en `Todo sobre mi madre´ y la de Maura en `Volver´. Viendo el tráiler de su nueva película, `Julieta´, el personaje de la madre que interpreta Susi Sánchez recuerda un poco al de Maura en la última colaboración con el director. Veremos. El tráiler, para empezar, tiene una pinta excelente.

domingo, 17 de enero de 2016

Terrazas

Qué tristeza me provoca caminar por las calles de esta ciudad y no ver las terrazas en el lugar de siempre. Casi todos los bares las tienen recogidas y apiladas en un rincón, a la intemperie. Considero esta normativa, venga de donde venga, una equivocación mayúscula. Las terrazas son una seña de identidad de esta ciudad. De cualquier ciudad. Soy asiduo de ellas y en ellas, solo o acompañado, he pasado grandes momentos. Sentarte en una terraza para charlar, para leer, para ver a la gente que pasa, para descansar. Sentarte ahí y que la vida siga su curso. Las terrazas, también, como ese lugar donde encuentras la inspiración. He anotado muchos apuntes en mis cuadernos sentado en las terrazas. He escrito muchas historias. Si la crisis ya había hecho estragos en todos los rincones, ahora la decadencia es aún mayor. Esas mesas y sillas apiladas de cualquier manera, bajo la lluvia, representan a la perfección en lo que se está convirtiendo este mundo: algo triste, desangelado, sin vida, sin ánimos, sin solidaridad. Leo en el periódico que algunos camareros, debido al tema de las terrazas, ya se han quedado sin trabajo. Sinceramente, esto ya es insoportable. ¿Qué será lo próximo?   

jueves, 14 de enero de 2016

Hartazgo

Cuando algunas personas -sin mala fe, ojo- me preguntan si no me canso de reivindicar derechos y respeto (sobretodo, respeto), de protestar, de posicionarme, ante hechos que, según esas personas, están más que superados (¡ja!), siempre contesto lo mismo: me canso, claro que me canso, soy mayor para estar repitiendo siempre idénticas cantinelas, tengo mis propios problemas y a veces me encuentro muy cansado (de tanta batalla, no sólo de ésta), etcétera, etcétera, etcétera. Sin embargo, cuando leo cosas como esa noticia que cuenta la agresión en Lavapiés a una transexual al grito de "tú eres un maricón" algo dentro de mí se subleva y sobrevuela todo cansancio, todo hartazgo, toda repetición, todo problema, y me hace alzar la voz y repetir aquí y donde sea: ¡Basta ya, coño, basta ya!  

domingo, 10 de enero de 2016

Domingo de invierno

Está triste y lluviosa, la tarde del domingo. Como corresponde a este invierno más extraño de lo habitual. No hay películas en el cine que nos apetezcan ver, ni ganas de recorrer tabernas desoladas para tomar copas de vino al lado de gentes solitarias que siempre terminan por contarte sus vidas. Hay una tarde por delante. Un domingo que viene a ser la sucesión de muchos domingos seguidos. Un domingo que, como siempre, arrastra melancolías y sombras. Cada uno está en su sitio, leyendo. Francesca, tan frágil, va de uno a otro: reclamando comida o caricias. Sus ojos no son lo de siempre, pero no quiero pensar mucho en ello. No quiero pensar más que en esta tarde. Una tarde invernal de domingo como tantas otras tardes invernales de domingo. Pienso, sí, que debo repasar lo que he escrito -casi de un modo furioso- esta madrugada. Me da miedo hacerlo: cuando la escritura fluye de esa manera, puede llegar a defraudarte al cabo de unas horas. Lo dejaré para más tarde: cuando la luz que entra por el ventanal haya desaparecido, lentamente. Y dé paso a una noche de domingo que, como aquel instante placentero, se desvanecerá entre las hojas del calendario y las incógnitas de ese tiempo que está por venir.     

martes, 5 de enero de 2016

Cumpleaños

Las ganas de volar, de crecer, de no convertirse en una mujer convencional o amargada. Huir, sí, pero sin abandonar los pies de la tierra o de las raíces. Perseguir sus sueños y ayudar a los demás a perseguir los suyos, que es algo tan importante como intentar atrapar los propios. Una mujer alegre, luchadora, generosa, divertida. Con carácter, si le tocan las narices más de la cuenta (nunca faltan las personas estúpidas). Aquel bebé que yo tuve en brazos a mis cinco años es una mujer que hoy cumple treinta y nueve años. Ah, el tiempo: gran escultor, como escribió la Yourcenar. Cientos de fotografías pasan por mi cabeza mientras escribo esto. Lo lógico es que me quede con una de esas en las que, a pesar de las cicatrices que se arremolinan, de las (hermosas) arrugas que avasallan, está sonriendo. Mi hermana. Lo lógico -si es que esta vida tiene algo de lógico, que ya no sé yo- es seguir en el camino con una de esas sonrisas que borran de golpe, aunque sea por un rato, todas las adversidades, todos los contratiempos. Felicidades, querida.  

lunes, 4 de enero de 2016

El amor como una trampa mortal (o casi)

Este artículo ha sido publicado en El Huffington Post


Un hombre yace en la cama de un hospital. Y otro hombre, más joven, pintor madrileño de familia acomodada, va a visitarle. A veces, según apunta una amiga, esas visitan no le sientan demasiado bien al hombre mayor. El joven recuerda. Así empieza `Paris-Austerlitz´ (Anagrama), la última -y duele saber que va a ser realmente la última- novela de Rafael Chirbes. El joven recuerda la historia de amor y de deseo que les unió. Los miedos, los delirios, los fracasos, las voces, las risas, los celos, las heridas, las noches sin fin, el sexo salvaje, los cuerpos sudorosos, el desamparo, la enfermedad, la maldita enfermedad. Las calles de París que no salen en las postales ni en las fotografías sobre las que nunca parece posarse aquel tiempo amarillo del que nos habló Miguel Hernández en su poema, la sordidez de algunos submundos, el otro lado de la realidad, el menos luminoso. A veces, Jean Genet, aquel lírico ladrón, rebelde con causa, en el recuerdo. A veces, el dolorido Marlon Brando de la película de Bertolucci, también. Ahí, sin embargo, en el reverso de lo idílico, en el cuarto oscuro -real y metafórico- de cualquier ciudad, París también puede ser una fiesta. Una fiesta -como todas, en realidad- que pasará factura, que pondrá sobre la mesa las consecuencias de todos los excesos: el alcohol, las drogas, el sexo sin protección. Las consecuencias de vivir en determinados filos, de alcanzar numerosos límites. El amor -se apunta en el texto- como trampa mortal. Las leyes de atravesar determinados deseos. Sus consecuencias. Sus desafíos. Sus peligros. El aullido de los últimos tangos (también en París). Vivir libremente. O vivir, a secas, como cada cual considera o puede, quién es nadie para juzgar. Verdaderamente, siendo honestos, todas las vidas, contagiadas por el exceso o no, terminan pagando su peaje. Denominemos como denominemos a la enfermedad que precede a la muerte (el sucio e inevitable peaje aludido, siempre perverso).
Rafael Chirbes ha escrito una novela desgarradora y hermosísima. Una exquisitez donde la luz trata de hacerse un hueco y arrinconar, sin mucho éxito, a la sombra. A las numerosas sombras que se resisten a esfumarse. El antes (¡qué bellos son los párrafos que evocan la infancia del hombre mayor que yace en la cama del hospital!) y el después. El antes y el después, sí: del amor, del deseo, de la enfermedad. La confesión. El rostro en el espejo. Los rostros de los dos hombros ahí, en el espejo, sin máscaras. Frágiles, indefensos, hambrientos. Hasta que terminen por difuminarse. La necesidad de recordar para, tal vez, reafirmarse en que ninguna vida es perfecta. Ni, seguramente, falta que hace. El empeño por la creación (aquí, refiriéndose a la pintura, Chirbes utiliza sabiamente algunas consignas que bien podrían aplicarse a la literatura: como esas tonterías, disfrazadas de modernidad o algo parecido, que quieren apuntar, ay, a la genialidad). Luchar. Vivir. Desafiar. Amar. Desear. A secas. Sin más. Rotundamente. En el París que no aparece en las postales ni en las fotografías.
Esta novela, la última de un escritor al que empezamos a añorar justo en el momento en que descubrimos su muerte, sobrevuela sobre el resto de su impecable obra para situarse entre sus textos más íntimos, feroces, delicados, sublimes.

viernes, 1 de enero de 2016

Reflexión

Hay un momento el día de Nochevieja, entre los preparativos y las celebraciones posteriores, que siempre acaba siendo mi preferido. Íñigo y yo caminando por las calles, a última hora de la tarde. Las calles -silenciosas o muy ruidosas: no hay término medio- que se van preparando para la celebración, para recibir el año como hay que hacerlo: con ilusión y esperanza (ya se encargarán los meses siguientes -o no- de desmoronar esos cimientos). Recorrer esas calles y luego refugiarnos en un local casi vacío para tomar muy lentamente el primer vino de la noche. Un local que no parece de esta ciudad, donde también están preparando las cosas para la larga noche y donde un matrimonio mayor que nosotros, leyendo los periódicos, parece que también ha decidido hacer lo mismo. La televisión no tiene volumen (afortunadamente) y la música suena muy al fondo. Hablamos o no lo hacemos. En realidad, es una especie de oasis para la reflexión. Más tarde vendrá el bullicio. Los dos sabemos que, con el nuevo año, se renuevan las esperanzas, las ilusiones, los deseos. Y los dos sabemos que ese momento, silencioso o hablado, sigue siendo muy importante. El que nos protege de las adversidades -o no- que llegarán. Luego, sí, nos hacemos la foto.