lunes, 28 de diciembre de 2015

Chirbes y la lluvia

Salgo a la calle. Voy a buscar el nuevo libro de Rafael Chirbes que Anagrama me ha enviado a mi editorial. Tiene pocas páginas, parece un texto exquisito. El título me gusta: `Paris-Austerlitz´. Dejo atrás el portal y empieza a llover. No llevo paraguas. No importa. No acelero el paso. No pienso comprar un paraguas de tres euros en ningún chino. Me gusta sentir la lluvia sobre la cara. Primero, llueve poco. Lentamente. Pequeñas gotas que chispean y que dejan diminutos puntitos de plata en mi trenca azul marino. Luego, llueve con intensidad. Camino hacia casa sintiendo esa lluvia tan necesaria en la piel. (El libro va protegido en la bolsa). Lluvia que relaja. Parece que, en cuestión de instantes, todo ha cambiado: el color del cielo, la atmósfera, la temperatura, el ambiente. También huele diferente. Huele a lluvia, simplemente. Ese olor que tanto echábamos de menos por aquí. Esa lluvia que tanto se necesitaba para ahuyentar el fuego, la sequía, las tierras resecas, para rellenar los pantanos. Ya estoy en casa, detrás de la ventana. Escribo esto y siento la lluvia a mis espaldas, ese repicoteo tan reconfortante. Empezaré a leer a Chirbes sintiendo esa lluvia, sintiendo (y mucho) que sea el último libro suyo que vaya a leer por primera vez.    

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