miércoles, 11 de noviembre de 2015

Libros y teatro

Desde que, a los 14 años, vi a la gran Lola Herrera en `Cinco horas con Mario´ no dejé nunca de ir al teatro. En mi ciudad y en todas las ciudades a las que pude (y puedo) ir. Yo era ese chico solitario de dieciocho o veinte años que cogía un tren o un autobús para ver las obras que se representaban en Gijón o Avilés. (Luego, vendrían otras ciudades más alejadas de la mía: Bilbao, Madrid, Barcelona...). La emoción por ver aquellas obras era inmensa. Sigue siéndolo. Yo tengo cuatro duros y me voy a Madrid a ver a Natalia Dicenta, a Charo López, a Terele Pávez, a Concha Velasco o a Aitana Sánchez-Gijón...  (Por citar sólo algunas de mis favoritas). Me voy a Madrid (nos vamos a Madrid) por verlas a ellas, exclusivamente. Ah, los cuatro duros. Si los hay, allí estamos. En Avilés, justo al lado del teatro Palacio Valdés, hay un café emblemático: el Café Lord Byron : "El sabor del teatro", estupendamente llevado por Agustín Gutiérrez González. Yo era aquel joven que iba al teatro, siempre con mucho tiempo por delante, y me paraba en aquel café: a hacer tiempo, hojear un periódico, leer un libro, tomar algo. Me paraba allí para aposentar el nerviosismo que me suponía ver una función anhelada. Hace unos meses, la tertulia literaria de ese café me invitó a hablar de mi última novela (gracias, Cristina Muñiz), `La mujer de al lado´. Fue una tarde maravillosa. Les conté que estaba ultimando los cuentos que conformarían mi siguiente trabajo y les prometí que presentaría allí ese nuevo libro, `Corrientes de amor´ (Ediciones Trabe). Hoy es ese día. Os espero a todos los que os apetezca acompañarme. Con esa magia, la de los libros y la del teatro. Con tantos recuerdos. Los que conforman lo que soy y lo que escribo.

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