sábado, 7 de noviembre de 2015

Carme Riera

Cuando menos te lo esperas, sucede. Caminas por la calle, en dirección a casa de unos amigos con los que vas a comer y pasar la tarde rememorando anécdotas y tratando de olvidar algunas cosas de este presente incierto, y la descubres. Una tienda que vende muebles antiguos y libros de segunda mano. Todo entremezclado: los libros sobre esas mesas bajas de salón que había en todas las casas a principios de los años ochenta o al lado de esas lámparas de aquella misma época que hoy parecen de rabiosa actualidad. Cosas del vintage, ya sabemos. En medio de ese barullo de cosas antiguas, descubres un libro de Carme Riera bastante hecho polvo y al precio de un euro. `Cuestión de amor propio´, editado por Tusquets hace casi treinta años. Lo compras, evidentemente. Y te vas tan contento con el hallazgo al encuentro con tus amigos.  
Semanas más tarde, comenzado ya el mes de noviembre, le otorgan a Carme Riera el Premio Nacional de las Letras. Y te alegras, claro. Te alegras mucho. Porque has leído casi todos los libros de esa escritora, porque has seguido su trayectoria con interés, porque consideras que se merece el premio. Porque su última novela publicada `Tiempo de inocencia´ es una maravilla y `La mitad del alma´, otra. Por citar dos de las obras de la escritora mallorquina que más te gustan (ambas publicadas por Alfaguara). Y porque sus libros, en los tiempos en los que trabajabas de librero, siempre estaban ahí, como fondo, aunque ya no fuesen novedad, para recomendar a quien te pidiese opinión sobre buena literatura. Carme Riera, escritora de amplio y diverso recorrido.
Ese mismo día, el de la concesión del premio a la escritora, te acercas a la estantería donde están colocados sus libros y cada uno de ellos, como esa nueva adquisición, te transporta a una época concreta de tu vida. Uno de ellos, `Contra el amor en compañía y otros relatos´ (Destino), te lleva a una habitación de hotel, en Buenos Aires, con el cuerpo cansado por las largas caminatas y la felicidad de encontrar ese otro hallazgo en una de las librerías de la calle Corrientes. Es lo que tiene la memoria. Lo que tiene la literatura que te va acompañando a lo largo de todos estos años. La visión de ese libro te lleva de nuevo a aquella habitación de hotel, a aquel viaje, a aquella lectura tras el cansancio acumulado. Tiempos felices que conservas, al amparo imprescindible de los libros, como preciados tesoros.
Abres otro de sus libros -`Te entrego, amor, la mar, como una ofrenda´- y lees algo que está subrayado: "Porque en el fondo, pese a mi fracaso, tú me compensas de todo cuando apareces de nuevo ante mí y dejas que te mire como entonces. Tu belleza me devuelve la serenidad que tanto necesito y mi memoria deja por unos instantes su acuciante labor."
Recuerdos de otros tiempos. Tiempos que, al hilo de un más que merecido premio, se enroscan de nuevo en este tiempo y te devuelven, por duplicado, instantes imborrables de tu biografía.
Felicidades, señora Riera.

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