lunes, 19 de octubre de 2015

¿Librera?

Estoy en una librería. Es el día que la editorial Destino ha anunciado el lanzamiento de la nueva novela de Álvaro Pombo. Echo un vistazo a las mesas de novedades y no veo el libro por ninguna parte. Le pregunto a una chica por él. Me dice que va a mirar en el ordenador. Sí, hay ejemplares, han entrado hoy. Son las seis y media de la tarde. Añade: deben estar sin colocar. Sí, están en la tienda, repite. A un lado del mostrador, veo unas cajas (pocas). Ella no dice nada. No dice (como diría yo -y como dirían algunas personas que conozco que trabajaron de cara al público y que también están en sus casas sin trabajo- si estuviese en su lugar): espera un momento que te lo busco. No, no dice eso. Me mira, se encoge de hombros, sonríe con falsedad: su sonrisa lleva implícito una especie de ¿por qué no te largas ya de una maldita vez y vuelves mañana, si te parece? Me hierve la sangre. ¡Quiero el libro! Estoy a punto de cumplir cuarenta y cuatro años y me sigue hirviendo la sangre con este tipo de actitudes. Me acerco a las cajas que están a un lado del mostrador, medio camufladas. De repente, entre otros libros, distingo la portada (bastante poco apropiada, por cierto) que ya conozco porque llevo meses viéndola en la página de la editorial, el nombre del escritor santanderino. Lo cojo, como el que coge un anhelado tesoro, y le digo: está aquí. Procuro decirlo sin demasiado retintín, aunque sinceramente me importa un rábano como hayan sonado mis palabras. Oh, exclama. ¡Cuánto sabes! Siento deseos de ponerme a gritar y de decirle antes que una persona que está trabajando en una librería debería echar un vistazo de vez en cuando a los catálogos de las novedades. ¿Es para regalo?, pregunta. Niego con la cabeza. Mientras me cobra, dice: Chico, tú tenías que estar aquí, ayudándonos. ¿Ayudando? ¿AYUDANDO? ¡Yo tenía que estar ahí, si hubiese justicia, ganando el sueldo que tú estás ganando! No lo digo, lo pienso. De hecho, no digo nada más. Respiro hondo. Varias veces. Ya sólo pienso en una imagen: una terraza (a ser posible sin demasiada gente alrededor), una copa de vino tinto y el dichoso libro de Pombo...     

No hay comentarios:

Publicar un comentario