miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un apunte sobre Esther

Lo leí esta madrugada, de un tirón. `Chicolate espeso´, de Esther Prieto (Ediciones Trabe). Historias cortas que a veces son una caricia, y otras un zarpazo. Caricias y zarpazos. Como la vida misma: la de ahora y la de entonces, cuando fueron escritos para el semanario Les Noticies, ya desaparecido. Sólo perdura la literatura que se escribe para los periódicos si se trata de buena literatura. Es el caso que nos ocupa. Las cosas cotidianas, la política, el asombro por lo que está pasando desde hace años, la protesta, la poesía, los desengaños, y los aires y los paisajes de esta tierra nuestra, Asturias, que, como estas pequeñas historias, nos da una caricia o un zarpazo, según le venga en gana. Pero que sigue siendo, pese a todo, nuestro refugio, nuestro referente, nuestra trinchera. El lugar donde nos reconocemos y donde reconocemos nuestras raíces (ah, aquellos años de juventud). Simplemente. Lo que fuimos y lo que somos. Lo que el tiempo quiso hacer con nosotros, o lo que nosotros le dejamos hacer, que nunca se sabe muy bien. Escribe, Esther, de modo directo y claro, sin retóricas. Con un lenguaje que, acaso, es el lenguaje de una mujer que escribe poesía, que va por la calle distraída  (como nos cuenta), a su aire, pensando en versos o en palabras sueltas que ahuyenten los miedos, las injusticias, los temores. Palabras que llegan a convertirse en versos o palabras que el viento se lleva de modo inesperado. De un modo u otro, palabras que habrán servido para unos instantes de evasión, para vencer el insomnio o para dulcificar durante unos minutos los zarpazos que se presentan sin avisar y que nos asaltan a traición. Esos instantes -la literatura, al fin-  que, sin temor a exagerar, a ratos nos salvan la vida.

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