viernes, 4 de septiembre de 2015

La fotografía

No quería verla. La foto del niño muerto en la playa. Pero la vi. Fue inevitable. Considero que no hace falta verla para comprender la magnitud de toda esa tragedia. Escucho reportajes por la radio, leo las crónicas de los periódicos, y sólo encuentro una palabra para definir todo eso: horror. El horror por lo que le está ocurriendo a toda esa gente, el horror por el futuro que les espera, el horror que produce la falta de solidaridad de algunas personas. Es increíble lo que alguna gente puede llegar a decir en las redes sociales, sin ir más lejos. Debajo de las noticias que cuelgan los periódicos. Creo que se están perdiendo por completo los papeles, las formas, el sentido. Creo que hay que pensar las cosas dos (incluso tres o cuatro) veces antes de soltar determinadas sentencias. Creo que a veces (ésta es una de esas veces) hay que apartar el yo y ponerse en la piel del otro. Creo que el silencio sigue siendo algo positivo y necesario. El silencio que nos ayuda a reflexionar, ese concepto (me temo) tan en desuso. A asumir nuestra impotencia y nuestra fragilidad. Escribo todo esto y las palabras del padre de Aylan, el niño muerto, las palabras que ningún padre tendría que pronunciar nunca -"Las manos de mis niños se escaparon de las mías"-, me dejan por completo fuera de juego. Mudo y desarmado.

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