sábado, 5 de septiembre de 2015

Canta, Frank, canta

Los exagerados gemidos de placer de alguna vecina traspasan las paredes y me despiertan. Prueba conseguida: ya estoy desvelado. Entro en la cocina, preparo café y enciendo la radio. En un programa religioso, a propósito de las circunstancias del pueblo sirio, hablan de la caridad. No de la solidaridad, de las imprescindibles ayudas económicas y humanitarias, de los acuerdos internacionales, etcétera... Nada de eso. ¡De la caridad! Apago violentamente la radio. Me pongo a preparar la comida para este sábado: albóndigas de merluza. Pocas cosas me ponen de mejor humor que cocinar para mi familia. Olvido que estoy desvelado y que eso ya no tiene remedio. Y abro la ventana de la cocina. Entra frío. El frío característico de las madrugadas de otoño. Me gusta ese frío. (A la gata, no). Me recuerda aquel tiempo en el que pensabas que llegaba el otoño y que las cosas negativas podían cambiar. Pienso en todas las novedades literarias interesantes que aparecerán este otoño -Elvira Lindo, Ian McEwan, Margaret Atwood...- y pienso, de repente, en Frank Sinatra. Y busco el cedé y digo: canta, Frank, canta. Pero bajito, que no son horas.

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