sábado, 15 de agosto de 2015

Silencios

Observo las calles desiertas de la ciudad, los bancos vacíos del parque, las tiendas cerradas. Los bares, casi todos, también están cerrados. En plena tarde, ya retirado el sol, la ciudad parece el escenario de una película. Un escenario, sí, cuando los actores y el resto del equipo ya se han retirado. Cuando la función -por el momento- ya se ha terminado. Sólo me encuentro con alguna persona solitaria, con algún turista despistado. Mediados de agosto. En una ciudad de provincias. Mediados de agosto en esta ciudad, Oviedo. Vamos caminando en silencio. Sólo el sonido del viento meciendo las hojas de los árboles que nos encontramos a nuestro paso rompe ese silencio. Es una sensación extraña y placentera. Creo que en toda relación amorosa son tan importantes las palabras como los silencios. Hay veces que no hace falta llenar esos silencios. Los silencios se vuelven imprescindibles. Se ciñen a nosotros de forma natural. De repente, pienso que si tuviera una cámara rodaría este paseo, lo que nos vamos encontrando a nuestro paso. Las personas solitarias, los turistas despistados. No habría palabras en esa película. Sólo el sonido del viento que recuerda, en cierto modo, el final del verano. De otro verano. Y una canción. La que, de pronto, me viene a la cabeza. La versión de Jeff Buckley de `Hallelujah´. El sonido del viento moviendo las hojas y esa canción que se me acaba de meter en la cabeza. Con eso sería suficiente para esta tarde de mediados de agosto. Para esa película imaginaria.

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