sábado, 29 de agosto de 2015

La felicidad, a ráfagas

La felicidad existe. A ráfagas, como siempre. La felicidad es despertarte en una ciudad que no es la tuya, pero que sigue siendo una de tus preferidas. La felicidad es caminar por sus calles, respirar sus olores, tomar el primer café de la mañana y leer la prensa al aire libre. La felicidad es seguir caminando por las calles soleadas de esa ciudad, un poco sin rumbo y sin horarios, buscando a ratos la sombra y la brisa fresca, contemplando los rostros sudorosos y sonrientes de la gente que va hacia la playa, los escaparates de las librerías y los escaparates de esas otras tiendas antiguas que en otras ciudades ya han ido desapareciendo. La felicidad es encontrar un buen libro por siete euros en una de las mejores librerías que conoces. La felicidad es tomar una cerveza helada, después de la caminata sin rumbo ni horarios, a su lado. Aguardando el otoño. Aguardando las siguientes ráfagas. Esas que, en definitiva, hacen que las piezas del puzle sigan encajadas en el sitio adecuado.      

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