viernes, 22 de mayo de 2015

Contra la homofobia, una vez más

Asco, rabia, impotencia, tristeza, hartazgo. Mucho de todo ello. Es lo que siento al leer la noticia de un nuevo ataque homófobo. Esta vez, en Mieres. Localidad que, como sabéis las personas que leéis este blog y mis libros, va asociado a los primeros años de mi vida porque allí vivían mis abuelos maternos. Pero no importan los escenarios. Las agresiones homófobas, muy presentes en los últimos tiempos, no conocen fronteras. ¿El modo de operación? El mismo de siempre. Noche, joven tomando una copa, un grupo de vándalos, insultos, golpes, visita al hospital. Denuncia. A ver qué pasa cuando salga el juicio. Lo apuntaba aquí el otro día: la justicia debe aplicar la ley sin miramientos, castigar de modo implacable este tipo de actos y agresiones. No ceder ni dejar pasar las cosas. Aunque sea una frase manida, es muy acertada: Ni un paso atrás. Y la frase debemos aplicárnosla todos. Toda la sociedad.
Y luego -no me cansaré de repetirlo- está el tema de la educación. Contaba hace poco una buena amiga que tiene dos hijos pequeños (varones) cómo uno de ellos para insultar al otro le llamaba niña. Ahí la madre, mujer sensata y defensora a ultranza de las libertades, frenó en seco. ¿Niña? ¡Eso no es un insulto!, exclamó mi amiga. La educación debe empezar en casa, por los padres. Frenar este tipo de cosas, zanjarlas como hizo mi amiga de manera radical. Aunque puedan parecer nimiedades, cosas de niños, no lo son. El paso del tiempo nunca consigue borrar lo que tus padres te enseñaron bien. Y cuando digo bien, digo explicando las cosas.
Luego están esas personas famosas, homosexuales o no, que ponen denuncias porque algún medio ha apuntado que pueden ser gays o lesbianas. Flaco favor le hacen a la sociedad. Han atentado contra mi honor, dicen. Homofobia encubierta, aunque vayan de personas abiertas y liberales. Si les dicen que tienen los ojos azules, si los tienen marrones, ¿pondrían la misma denuncia? Pues eso. Dejémonos ya de teatros baratos y de rasgarnos las vestiduras por determinadas cosas, que bastante tenemos con otras. Si te dicen que eres homosexual y no lo eres, lo desmientes y punto. Naturalidad. Noto, en este sentido, un gran retroceso. Antonio Banderas fue el primero en decirlo. Hubo un tiempo en que, dados los papeles que interpretaba a las órdenes de Almodóvar sobre todo, decían que podía ser homosexual. El salió a la palestra, lo desmintió y a otra cosa. Insisto: con naturalidad. Que es como debemos afrontar las cosas.
Sé que queda mucho camino por recorrer, mucha intransigencia contra la que luchar, mucho que educar (en los colegios y, sobre todo, en las casas). Sé que volveré a escribir sobre ello porque todos estos ataques homófobos me parecen una de las más aberrantes e injustificadas maneras de agredir al ser humano. Pero sé que hay que alzar la voz porque ahí, sin que lo sepamos, en cualquier colegio de cualquier ciudad, sigue habiendo niños pequeños que sufren por una condición de la que, seguramente, no tienen demasiada noticia todavía.

3 comentarios:

  1. Ole , ole y oleee Ovidio si flaco favor hacen muchas personas con sus actitudes homófobas encubiertas , este post tuyo debería estar en todos los mupis!
    Como parte del colectivo sólo puedo decirte una hermosa palabra: GRACIAS.
    Sandra.

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  2. Todo el mundo conoce mi postura en este tema. Tengo buenísimos amigos que son homosexuales. Los quiero por encima de todas las cosas y me siento querida por ellos. No puedo más que condenar este acto, como condeno todo lo que considero injusto. Nos queda mucho camino que hacer. La educación de los que vienen detrás es lo más importante sin duda, pero no hay que bajar la guardia pues entre la gente de nuestra generación todavía queda mucho intolerante. Condenar, denunciar y educar, sobre todo, EDUCAR. Vamos a ello.

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    1. Amén Bea ! La educación es la madre de la esperanza y de todo lo bueno. Besos!

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