viernes, 25 de julio de 2014

El pañuelo de la Bouzo

No es fácil encontrar gente generosa en la vida. Más aún en estos tiempos. La Bouzo, de nombre María, lo es. Cercana, afable, cariñosa, amiga de sus amigos. Leal. En el sentido más estricto del término. Leal a sus convicciones, a sus amigos, a su manera de ver el mundo. Leal y generosa. Conmigo lo ha sido. Lo es. Desde el primer momento que nos conocimos, dejó clara su postura. Se convirtió, de inmediato, en una de mis lectoras más fieles. Apostando, en estos tiempos tan duros y competitivos, por cada texto que escribo casi cada mañana. Por mis libros. Por mi manera de entender la cultura y tratar, en la medida de mis posibilidades, de acercarla a quien esté interesado en ella. La Bouzo. Apoyando. La Bouzo, sí, con su pelo revuelto y esa serenidad que siempre calma. Me vais a permitir llamarla así. Como llamamos a las mujeres del arte a las que admiramos, por el apellido. Ella lo merece. Pero no sólo por la apuesta que hace por mi literatura, sino por la que hace de cuantos amigos suyos escribimos o nos dedicamos a estas cosas tan fascinantes y complicadas: literatura, teatro, cine, música, pintura... Ella apuesta por la cultura. Su voz se encarga de proclamar las nuestras. Y se lo agradecemos. Yo, al menos, lo hago. Quiero hacerlo hoy. Estos días en los que ella, la Bouzo, celebra sus veinticinco años de matrimonio. Se ha vuelto a vestir de blanco y a celebrarlo. Me alegra ver  sus fotos así vestida, de blanco, ilusionada, sonriente, rodeada de quienes la quieren. Observada, desde este rincón apartado del mundo donde Íñigo y yo estamos refugiados, por quienes la queremos. Observada, sí, en su felicidad. En esos instantes que atrapa la cámara y que demuestran lo que el amor es capaz de hacer. Veinticinco años. Bien por ti, María. Bien por vosotros, Pedro y María. Que el viaje continúe. Continuará. No hay más que ver esas fotos, esos rostros, esas miradas. No hay más que veros cuando nos vemos en el bar de Yolanda, esa mujer que, se pongan como se pongan algunos necios, tanto ha hecho por la cultura de esta ciudad. Por la cultura y por la noche. Y no tengo nada más que añadir a este respecto. Quienes estuvimos allí, sabemos la lucha de esta mujer, Yolanda. La lucha y los logros conquistados. Que no se nos olvide.
Recuerdo a la Bouzo, el año pasado, en los Encuentros Literarios que se celebraron en esta ciudad. La recuerdo, concretamente, estando al frente del micrófono, presentando a la estupenda Laura Freixas. Nuestras miradas se encontraron por un momento, fugazmente. Y fue entonces cuando supe que allí estaba una amiga. Uno sabe esas cosas cuando pasan. Es lo que tiene ir cumpliendo años. Unos cuantos ya. Llevaba puesto un pañuelo que ella me regaló y, aunque no soy una persona especialmente supersticiosa, sé que aquel pañuelo nos trajo suerte. Los Encuentros Literarios fueron un éxito rotundo. Y sé que aquel pañuelo -insisto- tuvo algo que ver en todo ello. Me espera un otoño intenso con las presentaciones de mi nueva novela, "La mujer de al lado". Así que todo esto, Bouzo, era para recordarte que, a pesar de no ser supersticioso, te necesito. Ahora en serio: a por los veinticinco siguientes. En el bar de Yolanda, en cualquiera de ellos, lo celebraremos. No me cabe la más mínima duda.  

1 comentario:

  1. Gracias Ovidio, sabes que te quiero y te admiro. Gracias por este maravilloso regalo que me haces al convertirme por un día en personaje, en una de esas mujeres que tan bien describes y pintas en tus relatos. En octubre estaré en la presentación de esa novela que tantas ganas tengo de tener entre mis manos. Estoy segura que va a ser un éxito rotundo y que va a iniciar una nueva etapa en tu vida. Gracias, de nuevo, maestro.

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