sábado, 5 de julio de 2014

Apuntes sobre la Matute

No hay librería que se precie que no tenga los libros de Ana María Matute. Todos ellos. Desde aquellos primeros que escribió siendo apenas una adolescente hasta los últimos. Ansiosos estamos por leer esa  novela que terminó poco antes de morir, "Demonios familiares", que la editorial Destino anuncia para finales de septiembre y de la que hablaremos aquí cuando llegue ese momento. En Ana María Matute, la Matute como a ella le gustaba que la llamaran, así sin el nombre, como denominamos a las grandes actrices de cine y teatro, la Espert, la Baró, la Maura, la Velasco, la Asquerino, la Sarandon, etcétera. En la Matute, decía, se contraponen casi siempre dos mundos: el cruel e inhóspito de lo que rodea a sus personajes y el de la imaginación y la fantasía en el que se refugian. Como ella misma lo hacía. La imaginación y la fantasía fueron sus refugios. Y las palabras escritas, sí, esas también lo fueron. Desde aquellas primeras palabras que llevó escritas a mano en un cuaderno con tapas de hule al editor de Destino y que conformaban la novela por la que ganaría el Premio Planeta, "Pequeño teatro", hasta esas últimas que citaba antes y que están por leer, o las penúltimas, las de esa novela deliciosa que es "Paraíso inhabitado", y que tantas veces recomendé en aquellas librerías en las que trabajé. Recuerdo, de aquellas recomendaciones, que algunas personas empezaron a conocer la obra de la Matute a través de ellas, y, como ocurre siempre cuando alguien se queda fascinado por la obra de un autor, quisieron leer más historias escritas por aquella mujer de pelo blanco que salía a veces por la tele y que fascinaba con su voz cantarina y su jovialidad. Fue, precisamente, esa jovialidad la que a muchos nos engañó y pensamos (o deseamos) que ella, la Matute, así, sin el nombre, fuera inmortal. No pudo ser, lamentablemente. Y el pasado 25 de junio, inesperadamente, nos dejó. Seguiremos escuchando sus voz cantarina en las numerosas entrevistas que dejó grabadas (recomiendo vivamente el documental realizado por RTVE, de la serie Imprescindibles, donde se da un repaso minucioso a su vida y a su obra) y seguiremos leyendo sus libros. Todos ellos. Los cuentos -algunos tan precisos y punzantes que te dejan temblando-  y las novelas. Citaré, al margen de ese "Paraíso inhabitado" que antes citaba, tres de mis favoritas. "Primera memoria", "Luciérnagas" y "Los hijos muertos", fundamental para comprender la historia de este país. Y citaré "Olvidado Rey Gudú", claro, tan monumental y desbordante de imaginación. Esa obra que la rescató de aquella depresión que la dejó sin voz pero, me atrevería a decir, que no sin imaginación, sin fantasía. Sus refugios. Ana María Matute, la Matute, nos ha dejado físicamente, sí, pero su obra permanecerá. Seguirá siendo un referente cuando nosotros ya no estemos por aquí. Incluso, llegado el caso, si es que llega, cuando no haya librerías.

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