domingo, 15 de junio de 2014

Desde el balcón, sin ira

A orillas del Mediterráneo, alrededor de las seis de la mañana, ya hay luz suficiente para poder leer. Allí me encontraba yo, en la terraza del lugar donde estuvimos una semana instalados, todas las mañanas. No se podía ver el mar, pero su presencia se intuía y su olor era tan intenso que llegaba con la misma facilidad con la que, si levantabas la cabeza, podías ver la transformación de los colores del cielo. Acercaba la silla al balcón como la protagonista del libro que me disponía a leer llevaba haciendo toda su vida: buscando la luz, la vida que palpitaba lejos de los interiores. Ella, Maruja Torres. La niña que había nacido en el Raval y que ahora, en el momento en que comenzaba el libro, acababa de ser despedida del periódico en el que llevaba trabajando treinta años. Puede que sea un magnífico y significativo comienzo (lo es), pero todo lo que viene después, todos esos viajes en el tiempo tan bien estructurados que explican todas las reinvenciones de nuestra protagonista, es lo realmente interesante de "Diez veces siete". Hay mucha vida en estas páginas que conmueven y emocionan. Muchos sinsabores, muchas risas, muchas complicidades (sobre todo, con el lector, con los lectores). Mucho trabajo. Y muchas ganas de seguir en pie, cumplidos ya los setenta, echando la vista atrás, sí, pero sin dejar de otear -con esperanza, pese a todo- el horizonte. De vivir este día, el de hoy, que es el que realmente cuenta, acoplándose a él, pactando con él. El paso del tiempo, el pasado que nos conforma, el sentido del humor que nos alivia, la literatura y el cine que nos salvan, los brazos que nos sirven de cobijo, las ciudades que nos encandilan... La resistencia. Y las ganas de seguir escribiendo, en un sitio u otro, adaptándose a los tiempos, a las circunstancias. Lo que viene siendo el hecho de vivir, en definitiva. Y también las pérdidas, las de los seres a los que quisimos, están ahí, en estas páginas de buena literatura, dejando un sabor agridulce, con el dolor por la desaparición física y el recuerdo de los momentos vividos pululando por la memoria. Esas sombras que siguen reconfortando. Y que lo harán hasta que la memoria alcance. Que esperemos que alcance un buen rato más.
Maruja Torres ha escrito mucho a lo largo de todos estos años. Artículos, reportajes, novelas, memorias... Con ternura. Con rabia. Con indignación (sobre todo, en los artículos: siempre sublevándose contra las injusticias y quienes las propician). Es difícil escoger entre tanto material. Por abreviar, señalaré tres títulos: "Un calor tan cercano", "Esperadme en el cielo" y los artículos que están recogidos en "Como una gota" (un libro que necesita una reedición urgentemente) y otros tantos que lo están en nuestra memoria. Sin embargo, es fácil decir que este nuevo libro, "Diez veces siete", se encuentra entre lo mejor de sus escritos.
Volveré a leerlo, a abrirlo por cualquiera de sus páginas, ya lejos del Mediterráneo, como el que se reencuentra con un viejo amigo del que necesita saber. Volveré a percibir, como en aquellas mañanas en las que sentía  tan cerca la presencia y el olor del Mediterráneo, cómo Maruja sigue acercando la mesa al balcón, cómo sigue buscando la luz. Y sabremos que mientras prosiga la búsqueda, la de la luz y todas las demás, todo irá bien.

 

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