lunes, 26 de mayo de 2014

Una parte de la historia de Grace

En mi ya lejana adolescencia, aborrecía el fútbol (sigo haciéndolo) y sentía una gran fascinación por Grace Kelly y sus hijos. Lógico. Aquel glamour que los caracterizaba contrastaba con el panorama gris de aquellos años, con el infame colegio de curas en el que estudié, con los repetidores de curso que golpeaban a los diferentes. Todos en aquella familia eran guapos y tenían clase. Vivían en un mundo de aparente ensueño, acudían a fiestas, viajaban sin parar, esquiaban en idílicos parajes, bailaban en las discotecas de moda, hacían -aparentemente- lo que les daba la gana. Un mundo, ya digo, muy alejado de aquel ambiente cuartelario -el colegio- en el que pasaba la mayor parte del día. Grace Kelly, tan guapa y elegante, de actriz a princesa, fascinante travesía (o eso me parecía entonces, a mis once o doce años). Aunque nunca fue una gran actriz, su interpretación en "La ventana indiscreta" era estupenda. Mucho mejor que aquella otra por la que ganó el Óscar, arrebatándoselo a la impresionante Judy Garland de "Ha nacido una estrella", y que hoy ya casi nadie recuerda. Un clásico. Hitchcock casi siempre lo es. Luego, los hijos, los tres, rebeldes, guapísimos, cada uno en su estilo, que no tenían nada que ver con los hijos de otras casas reales. Todo era como de película, de aquellas películas que ella, Grace, había dejado atrás. Luego supimos que las apariencias, como siempre, engañan.  Y descubrimos que la trastienda era casi más interesante que la parte que destacaba, que salía en las primeras páginas de las revistas y los periódicos. Los amores, los desamores, las tragedias, la presunta adicción de Grace al alcohol, las visitas de sus amigos actores al palacio, las escapadas a París, los deseos (nunca cumplidos) de volver al cine, el cansancio acumulado, el trágico final... La leyenda. El mito. Las biografías prohibidas (que leía a escondidas en aquellos recreos).Todo eso.  
Todo eso, sí, hizo que fuese a ver "Grace de Mónaco", la película que acaba de estrenarse tras su paso por Cannes. Es una película convencional, plana, que no aporta nada. Ni siquiera las buenas interpretaciones de Nicole Kidman y Tim Roth consiguen salvar el desastre. Ni siquiera puede considerarse un telefilme de sobremesa (hoy tan denostados, pese a que el género -en sus comienzos- tiene algunas pequeñas joyas con intérpretes de primera fila: Bette Davis, Gena Rowlands, Katherine Hepburn...). Es una película aburrida, muy aburrida, y punto. No aporta nada. Se olvida en el mismo momento en el que abandonas la sala cinematográfica. Una pena. Creo que la vida de Grace Kelly, incluso algunas partes de ella si se toman de modo aislado (como aquí ocurre cuando Hitchcock le ofrece interpretar a la princesa el papel de "Marnie, la ladrona"), daría para mucho más. Hay material de sobra para hacer algo interesante. Y la entrega de Kidman y Roth es más que patente. Lo que hemos visto no merece más que el olvido. Un desperdicio. Puede que haya otra oportunidad y en otra ocasión las cosas sean diferentes. O puede que nos quedemos con aquella fascinación de entonces -la de los once o doce años, leyendo a escondidas aquellas biografías no autorizadas en los recreos, huyendo de la realidad- por unos personajes decididamente únicos.  

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