sábado, 31 de mayo de 2014

Una maleta, un viaje

A veces, aunque sea por unos pocos días, es necesario renovar los aires y los paisajes. Cerrar los ojos y abrirlos en otra parte. Lugares lejanos donde fuiste feliz, paraísos de la infancia y adolescencia, el mismo mar de todos aquellos veranos. Cambiar el Cantábrico por el Mediterráneo. Coger el coche y recorrer todos esos kilómetros, de una punta a otra del país. La aventura que siempre supone viajar. Una aventura única, extraordinaria. La idea del viaje es tan excitante como si fueras a recorrer el mundo en los próximos seis meses. Eso me dice que, a pesar de muchas cosas, todo va bien. La emoción, tan necesaria en estos tiempos, sigue intacta. Estoy vivo. A pesar de los desengaños y de todas esas puertas que se cierran con descaro delante de mis narices cuando voy a solicitar un trabajo, estoy vivo. Mi espíritu continúa tan inquieto como siempre. Organizar las cosas, meter en la maleta lo necesario, no olvidar ninguno de los libros que quiero llevar. "Todo lo que hay", de James Salter. "Física familiar", de Jon Bilbao. Y "La oscuridad", de Ignacio Ferrando. Esos son los títulos que ya están ahí, al lado de la maleta, preparados para el viaje. Seguro que, a última hora, meteré un par de libros más. Ya puedo decir que la novela de Ferrando es muy recomendable. Llevo leídas más de ciento cincuenta páginas, y la narración, excelente, te atrapa y no te da tregua. Necesitas saber qué va a pasar. Si todo es real o es un sueño. ¿Quién es esa mujer? Y no digo más, porque es una de esas novelas de las que -como ocurre con las mejores narraciones policíacas- no conviene decir mucho. De las que conviene leer. Por eso, insisto: hay que leerla. Urgentemente.
A pesar de seguir sin un trabajo estable (¡qué cansancio!), no he parado de hacer cosas en los últimos meses. Escribir puntualmente en este espacio, terminar y corregir la novela que se publicará este otoño, escribir algunos poemas y cuentos, publicar en la revista Clarín algunas reseñas literarias. Organizar mi vida en torno a la escritura. Eso es lo que he hecho desde que cerró la librería en la que trabajaba. Para no volverme loco o alcohólico. O ambas cosas. Sé que, en este punto, no habrá vacaciones. Aunque me relaje, el cuaderno siempre va en mi bolsa, esperando algún apunte. En cualquier momento, en el más inesperado, sé que surgirá una frase que dará comienzo a algo. El tiempo, después, me dirá para qué servirán esas palabras. Un cuento, un poema, uno de estos textos... El comienzo de otra novela. El comienzo de algo nuevo. Ya se verá.
Ahora es momento de cerrar la maleta, ordenar las músicas que vamos a ir escuchando en el coche, pensar en el mar, dejarse llevar, escapar. La vida, a su lado, le da sentido a todo. Sobre todo, a la mía.  

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