jueves, 1 de mayo de 2014

Bob y un apunte personal

Una fotografía. A veces es suficiente para abandonar cierto ensimismamiento, cierta apatía. Han ocurrido varias cosas -siempre ocurren cosas- que me han refugiado en el cuarto de atrás, que diría Carmen Martín Gaite. No siempre se está mal ahí, casi en silencio, reflexionando. Un poco apartado de las cosas, a tu aire. Cuando ocurre algo así, al margen de las consecuencias derivadas de esas cosas que ocurren y que no me hacen precisamente feliz, es que una nueva historia puede estar rondándome por la cabeza. Una historia para una nueva novela o para un nuevo cuento, ya se verá. Las ideas se irán transformando en apuntes. Y los apuntes, apretujados en cuadernos, en frases. El tiempo, como siempre, dirá.  
Volvamos a la fotografía. En ella, una bellísima Aitana Sánchez-Gijón le entrega el Premio Donostia a Bob Hoskins. Año 2002. Los dos sonríen. Ese año, 2002, se celebraron los cincuenta años del festival de San Sebastián y se entregaron tres Premios Donostia. A Bob, a Dennis Hopper y a Jessica Lange. Recuerdo perfectamente las entregas televisadas de esos premios. Una alegría para cualquier amante de las buenas películas. Tres intérpretes que están ya en la historia del cine. Cada uno en su estilo, con su carrera a sus espaldas. Encuentro la fotografía de Bob al leer la triste noticia de su muerte, a los setenta y un años. Llevaba dos retirado de la interpretación por culpa de una enfermedad, el Parkinson. Las puñaladas de la vida. Nunca sabes en qué momento harán su aparición, ni los motivos por los que lo harán. Por eso conviene disfrutar del momento. De cada momento. A pesar de esas cosas que siempre ocurren al margen de nosotros mismos. Sin desearlas. Y que te hacen refugiarte en el cuarto de atrás.
Bob hizo muchos trabajos memorables a lo largo de su carrera. Si tuviese que quedarme con dos de ellas, escogería "Mona Lisa" (su única nominación al Oscar) y "El viaje de Felicia". Dos personajes complejos, llenos de matices, que él supo interpretar con maestría. Hay muchos más, pero a mi cabeza, al verle en esa fotografía recibiendo el Donostia de manos de Aitana, vienen esas dos. Y la felicidad que sentí en su momento, cuando le vi recoger el merecido premio por la televisión. Hay actores que, más allá de su indiscutible calidad interpretativa, trasmiten una cercanía y una humanidad que rápidamente los convierte en una especie de pariente o amigo. Alguien cercano. Bob era uno de ellos. No hay más que fijarse en esa fotografía. En cualquiera de ellas, en realidad, no puede ocultar lo que parecía: un buen tipo.
 

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