lunes, 3 de febrero de 2014

Lo importante es elegir

 Este domingo ha sido uno de esos días en los que la primavera quiso imponerse sobre las últimas semanas, llenas de frío y bufandas y paraguas y mares embravecidos que lanzaban su furia contra cielos muy azules, dejando en la retina fotografías espectaculares y bellísimas. Paisaje invernal que dicen que regresará. No hay que hacerse demasiadas ilusiones. Pero el domingo, este primer domingo de febrero, bajo un sol que calentaba las pieles, quiso que imaginásemos otra cosa, la llegada de la tan anhelada primavera. Había algunas flores en los parques y las ramas de los árboles no mostraban esa crudeza que ofrecen los días más inhóspitos del invierno. No ha sido un mal domingo. Sentados en un café, la vida -pese a todo- podía parecer apacible. Hay momentos que nos gustaría detener, pero es imposible: ya sólo permanecen en el recuerdo o en un cuantas palabras que escribimos, al hilo de esos recuerdos, en los espacios en blanco.
Cuando llegamos a casa, nos enteramos de la noticia. La muerte de Philip Seymour Hoffman. Lo encontraron en su apartamento de Nueva York. Sobredosis, dicen los periódicos. Pastillas, adicciones y clínicas de rehabilitación. Sabemos de qué va la historia. El mundo del arte está lleno de todo eso. Parece que no hay día perfecto.
Philip Seymour Hoffman era uno de esos actores con los que te irías, si pudieras, a charlar y tomarte un café. O una copa, mejor. Una detrás de otra, quiero imaginar. Uno de esos tipos que, sin ser guapos, poseen el atractivo de la gente normal. Un tipo al que, en las películas, siempre le ocurren muchas cosas. Cosas buenas y menos buenas. Como a todo el mundo. Que va desechando unas y quedándose con otras. Lo importante es elegir. Eso dice Banana Yoshimoto en su última novela, "El lago", que ando leyendo estos días. Dice ella, Banana: "Aunque no quieras crecer, te haces adulta mientras vas eligiendo entre las opciones que te presenta la vida. Lo importante es elegir". Llevo pensando en esas palabras todo el fin de semana. Incluso el domingo, el primero de febrero, donde la falsa primavera mostró sus virtudes y la fotografía, con el mar algo más calmado, seguía siendo muy bella. No sé ni quiero pararme a pensar qué opciones se le presentaron a Philip hasta llegar al triste desenlace que terminó con su vida. La vida es dura, ya lo sabemos. Y competitiva, y todo eso que nos cuentan cada día y a lo que tenemos que enfrentarnos. Todos estamos llenos de miedos e inseguridades. Y pocas veces la mano que nos ofrecen es una mano fiable. No hay domingo perfecto.
Nos quedan sus interpretaciones, evidentemente. Como nos quedan las palabras de Félix Grande, de José Emilio Pacheco, de Juan Gelman y de tantos otros que se han ido antes de tiempo. No hay en su filmografía una sola interpretación mediocre. Philip pertenecía a ese grupo de intérpretes que, aunque la película no esté a su altura, siempre salen airosos. Sobran los adjetivos. Con recordar cómo se convirtió en Truman Capote es suficiente. Quien es capaz de hacer eso, es capaz de hacer todo lo que le pongan por delante.   
Ya nunca podremos tomarnos ese café con Philip. Definitivamente, no hay domingo perfecto.

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