sábado, 22 de febrero de 2014

La vida y sus circunstancias

Como si la vida fuese una especie de montaña muy complicada de ascender, y de pronto, sí, todo eso cambiase y se volviese durante unos minutos el terreno más sencillo al que acceder, como un jardín muy cuidado donde siempre luciese el sol, y vuelta a empezar. Y así, sucesivamente. Sin remedio. Sin vuelta atrás. La vida y sus circunstancias. Arriba y abajo. Maneras de decir adiós y maneras de olvidar que has dicho eso, adiós. Nadie señaló que la cosa fuese fácil. Es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Lo tomas y decides seguir adelante, aún a riesgo de pagar los peajes, las consecuencias. No hay demasiadas cosas claras, pero ésa, la de los peajes y las consecuencias, sí lo está. Muy clara. Más aún cuando el tiempo va pasando y los años se echan encima de esa manera en la que un día, extrañado, miras el calendario (o tu imagen en el espejo de la mañana, que casi es peor) y dices: ¿dónde está todo ese tiempo, mi tiempo? Nadie se lo ha llevado, y sin embargo... Sin embargo, sientes que la vida ha sido una especie de estafa. Una monumental estafa. A veces -pocas-, reconoces que te has dejado estafar dulcemente. Y otras -la mayoría-, eres consciente de que los años te han sido arrebatados de un modo casi violento, como si alguien te hubiese atracado sin miramientos en mitad de la noche, bajo una intensa tormenta de nieve, y aquí paz y después gloria. No obstante, pese a eso, a la sensación de estafa, tratas de avanzar como el nadador avanza por la piscina aunque la resaca de la noche anterior le esté reventando la cabeza. Algo así.
Sí, algo así podríamos decir de los diez relatos que conforman el nuevo libro de Eloy Tizón, "Técnicas de iluminación". La vida y sus circunstancias. Él mismo lo dice en uno de los relatos: "Hay que vivir sin estar realmente preparados para la vida, improvisando sobre la marcha, como quien toca de oído, a ver qué sale". ¡Cuántas veces hemos pensado en eso, aunque hubiésemos utilizado otras palabras (o esas mismas: "improvisando sobre la marcha")! Aquí, en estos relatos, las palabras aparecen en toda su crudeza, pese a la sencillez y al cuidadísimo modo de escogerlas. Nada sobra y nada falta: a la manera de los mejores poemas. Cada relato, cada vida -con sus circunstancias detrás: tristes, esperpénticas, luminosas, anodinas...-, es una pieza magistral. Un estudio sobre el alma humana, despojado de aderezos, de cosas superfluas, directo a las entrañas, donde más duele. Porque la vida duele, y mucho, y ellos, los protagonistas de todos estos relatos, lo saben. Lo saben y siguen avanzando. "Hasta que un día". Pero ésa es otra historia. Una historia que sólo está en nuestra imaginación. De momento, hay que aferrarse a esas palabras de Eloy Tizón, tan bien escritas, que reflejan los estados de ánimo, los viajes emocionales, los acontecimientos inexplicables, los tránsitos de las propias vidas que conforman estos soberbios textos. Diez.

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