martes, 27 de agosto de 2013

El último concierto

Mientras en la calle el verano agoniza y el sol intenta por todos los medios no perder la fuerza de las últimas semanas, en el interior de la sala de cine es pleno invierno y las calles de Nueva York están cubiertas de nieve. Y cuatro personas, tres hombres y una mujer que conforman un cuarteto de cuerda, ensayan el que será su próximo concierto. Aparentemente, todo va bien, pero algo falla, algo empieza a fallar. Surgen los primeros síntomas de la enfermedad del Parkinson en uno de ellos -las manos que no pueden seguir la velocidad de las manos de los otros, los dedos que se contraen y se pierden-, y con ella, con esa enfermedad, los problemas. Los recuerdos, los fantasmas, las traiciones, las discusiones, los enfrentamientos... De un problema van surgiendo otros, como siempre. Cada personaje, con los suyos. También entre ellos surgen las polémicas: se muestran enfrentados, dolidos, decepcionados, hastiados. Esa relación, aparentemente idílica que los unió durante 25 años, empieza a resquebrajarse por diferentes motivos. "El último concierto" es una historia triste, sí. Triste y real y cercana. Contada con sobriedad, sensibilidad y elegancia. El genio de Beethoven, al fondo. Una y otra vez. Calmando los ánimos, serenando el ambiente, haciendo que las cosas, en la medida de lo posible, puedan volver a su sitio. A un lugar parecido al que una vez pertenecieron,  aunque, tras las polémicas, ya se sabe que nada puede volver a ser igual. Ese último concierto está por venir, a la vuelta de la esquina, cuando finalicen los ensayos y las cosas entre ellos, los cuatro componentes del grupo, se vayan serenando. Todo puede ser posible, menos lo que devaste la enfermedad. Nada importa ya salvo eso, las inesperadas enfermedades. Ni las traiciones ni las deslealtades, ni las discusiones ni los enfrentamientos. Todo eso puede pasar (si todo el mundo pone de su parte). La enfermedad, no. Es lo único que está claro y contra lo que no se puede luchar, por mucho empeño que se ponga. 
Todos los actores están espléndidos. Christopher Walken, en un personaje tan diferente a todos esos que componen su extensa carrera, muestras aquí su confusión y su dolor y su fragilidad por la aparición de la enfermedad y la esposa ausente. Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener y Mark Ivahir no se quedan atrás. No sólo forman parte de ese cuarteto de cuerda, sino que son un grupo de actores cuya unión hace crecer chispas o complicidades, según el momento. Cuatro intérpretes de primer orden, aunque esto no es decir nada nuevo.
Llega el último concierto, sí. Y la vida sigue su curso. Beethoven sigue aliviando el dolor. Sales a la calle y las calles no están nevadas ni la ciudad en la que te encuentras es Nueva York (aunque sea una ciudad muy especial también para ti). Pero no importa. Por unos momentos, todo eso ha sido posible. Y sigue siéndolo durante un buen rato. Mientras la película sigue dando vueltas por la cabeza: la historia de esos cuatro personajes y la música del genio que interpretan. La magia del cine. Esa magia única, fascinante, sin la que sería muy difícil enfrentarse a las dentelladas de la propia vida, que sigue viva. Muy viva.  

1 comentario:

  1. Me encanto la película, la tenía ahí esperando su momento y ayer lo era sin duda. Me gusta mucho la actuación de todos, tan músicos, tan suyos., sólo capaces de expresar emoción a través de la interpretación. La escena dónde la joven decide cortar lo que ella misma ha empezado y como el violinista se va a la mesa a trabajar ignorándola tras pedirle que se vaya. Cada uno una personalidad, incluso la carnalidad de la bailarina contrasta con la delicadeza de Jules. La lucha del chelo contra los primeros síntomas de la enfermedad y la aceptación del final de su carrera. Las dudas del segundo violín, espléndido Philip Seymour Hoffman, que se pasa todo el rato cuestionando si su mujer le quiere o simplemente se conformo con él al no poder tener a otro (por cierto, a mi me recuerda todo el rato a alguien conocido). La relación de Jules con Alexandra y por qué ésta toca el violín si tanto sufrimiento le ha producido en su niñez. Me ha gustado mucho y
    luego New York y Beethoven. Sobresaliente, sin duda. Gracias sin esta entrada nunca la habría visto y creo que es una joya.

    ResponderEliminar