lunes, 29 de julio de 2013

El misterio de los hallazgos


Hay días en que la necesidad de comprar un libro se vuelve apremiante. Esos días, no sabes muy bien qué libro vas a adquirir. Sabes que tiene que ser uno, ineludiblemente. Un libro para ese día. Entonces, te preparas, sales de casa y te encaminas hacia alguna librería de viejo. Tiene que ser un libro de segunda mano. No vas buscando un libro en concreto, sólo te dejas llevar por la necesidad, casi imperiosa, de hacerte con uno, aunque en la mesa haya unos cuantos ejemplares pendientes de su lectura. Por ese motivo, el de salir a la aventura, es mejor una librería de viejo. Algo aparecerá. La magia de los hallazgos nunca falla. Su misterio, tampoco. Lo más probable es que encuentres más de uno, y ahí surgirá el problema, lo sabes: deberás tomar una decisión, si surgen varios libros apetecibles (que suele ser lo más normal). Te preparas y sales de casa. A la aventura. Sin ningún nombre concreto en la cabeza. Te dejas llevar, sí. La necesidad de la sorpresa. El misterio de lo que puede surgir. El libro que llegará a tus manos. Los libros, seguramente. Los libros. En plural. No hay duda que albergar a ese respecto.
Ese tramo: el de tu casa hacia la librería se convierte, de pronto, en algo tan especial como la Noche de Reyes cuando eras un niño. Sí, algo así. O cuando estás esperando, ya sentado en la butaca, para ver una película o una obra de teatro que te apetece muchísimo. Similares emociones. Dispones de un poco más de media hora. Tiempo más que suficiente. Entras en la librería, saludas al librero, que sigue a lo suyo, y empieza la segunda parte de la aventura. La mirada recorre las estanterías. Detienes ese extraño nerviosismo que se apodera, por unos instantes, de ti. Hay que disfrutar del momento. Coger un libro y otro, y otro más. Leer la parte de atrás de todos los que vas cogiendo. Descubrir que muchos de los títulos que pululan por allí están en las estanterías de tu propia casa. Definitivamente, intuyes que saldrás de allí con un libro. El que estabas buscando para ese día. Una nueva adquisición. Un título más para la biblioteca. Y, de pronto, lo ves. Sabes perfectamente que va a ser ése, justamente ése, el que cogerás, pagarás (estupendo precio) y te podrás a leer en una terraza, mientras tomas un café y esperas a tu marido.
Cuando él llega, medio sonriendo, aún con el pelo mojado por la ducha, consciente de que iba a encontrarte con un nuevo libro (no lo duda en ningún momento), no pregunta nada. Sólo mueve la cabeza, los ojos (azules). Ese gesto que es una indagación sobre el libro que has adquirido. No dices nada, abandonas la lectura de las primeras líneas, enseñas la portada. Esa portada donde se muestra el título, el nombre del autor (del que ya habías leído otros libros: buenos libros). "Los voladores", Peter Stamm. Eso muestra la portada, sí. Y sabes que, esa misma tarde o al día siguiente, te aguarda otra aventura, la que viene después de los hallazgos, de su misterio: la lectura. Y por un momento piensas que en eso consiste buena parte de la felicidad. De la tuya, al menos.

1 comentario:

  1. Sólo los verdaderos amantes de la lectura son capaces de experimentar tus mismos (o similares) sentimientos. La misteriosa aventura de la adquisición de un libro. Se podría escribir una novela.

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