jueves, 16 de mayo de 2013

En blanco y negro

De repente, inesperadamente, aparece la fotografía. Es la fotografía de la madre de una amiga mía, Bea. En blanco y negro. Está rodeada de otras mujeres, cocinando. O haciendo que cocina. Mira a la cámara, con algo de recelo, quizá de nerviosismo, como si quisiera que el fotógrafo dijera rápidamente que la foto ya está lista, que puede adoptar su postura normal. Los movimientos naturales, espontáneos, cotidianos. Bea, mi amiga, se parece cada día más a ella, a la mujer de la fotografía en blanco y negro, su madre. Esa mujer que ya no está aquí físicamente, pero sigue con ella (yo lo sé) porque no hay día que pase que mi amiga no la recuerde. La recuerda y se emociona, y luego, como es lógico, sigue a sus cosas: sus hijas, su marido, sus amigos, su trabajo... La vida. Y la vida sigue, no queda otra. Todos lo sabemos. Aunque nos duela, que nos duele, claro que nos duele. La ausencia de los seres queridos sigue doliendo, aunque el dolor inicial se haya ido aplacando con el paso de los días, de los años. Si no fuese así, nos acabaríamos volviendo todos locos. Completamente locos. Perderíamos el sentido, la razón, las ganas. Hay gente a la que le sucede, lamentablemente. No es el caso de mi amiga, por fortuna. Tiene amigos, una buena familia. Eso siempre ayuda a tirar hacia delante. A pesar de los pesares.
Me ha emocionado ver esa foto (aunque yo sólo vi a su madre una vez, de refilón) y me ha hecho recordar un montón de cosas. Esta semana, gracias al artículo que Rosa Regás escribió en la edición digital de El Mundo, mi abuela Virginia salía en la portada de ese periódico (que tanto he leído en los cafés cuando Umbral escribía en él). Veinticuatro años después de su muerte, ocurrida un mes de mayo, una tarde lluviosa y fría, invernal. No su fotografía, sino parte de su historia, la manera en que trató a su nieto, el modo en que lo quiso. Hay una fotografía suya, de mi abuela, en la casa de mis padres. En ella, estamos todos -mis abuelos, mis padres y yo-, excepto mi hermana, que no había nacido aún. Está en el salón, en un lugar bien visible. Y es una fotografía que me encanta, pero que trato de no ver demasiado a menudo. Cuando paso por delante de ella, miro hacia otro lado. Me pone triste. No sólo porque me acuerde de ella (para eso no me hace falta una fotografía: lo hago todos los días de igual modo, como ya he escrito en otras ocasiones), sino por el paso del tiempo. En todo lo que ha pasado desde que fue tomada (hará de ello casi cuarenta años), en lo que hemos perdido. En las luchas (tan arduas, en ocasiones) hasta llegar hasta aquí. Pero no conviene ponerse triste: ese largo recorrido es lo que ahora mismo soy, en lo que me he convertido. Con las luchas y con las risas. Con las ausencias y con quien está a mi lado. Mis casi cuarenta y dos años. Por eso, porque no conviene ponerse triste, me quedo con la imagen de mi abuela: tan fina, tan elegante, tan educada, tan cariñosa, tan comprensiva, tan protectora con los suyos, tan enamorada de su marido hasta el final... Ésa es la fotografía que conservo de ella, veinticuatro años después de su muerte. En blanco y negro o en color, eso qué importa.      

5 comentarios:

  1. Eres afortunado por conservar todos esos recuerdos de tu abuela Virginia(por cierto, me encanta su nombre,sonoro, fuerte, entrañable...)
    Hay personas que se quedan pegaditas a nosotros y nunca nos abandonan, tal es su fuerza!
    Y ellas nos hacen seguir adelante.

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  2. Son estos días tan grises los que nos llevan a la melancolía. A mi me pasa igual. Puedo imagninarte a través de mi ventana imaginaria al lado de tu ventanta preferida, acariciendo a tu querida gata y recordando a tu abuela Virginia. Enredando con la melancolía como tu bien dices, pero no mucho.
    Un abrazo

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  3. lo primero que encuentras al abrir la puerta de mi casa es una fotografía de mis abuelos el dia de sus bodas de oro junto a la de mi sobrino (pasado y futuro de mi familia) luego en el salón una foto en blanco y negro espectacular de ellos dos en una boda cuando mi madre ni siquiera era un proyecto; es bonito tener recuerdos pero mas bonito es que ellos vivan en nosotros; no se que le pasa a mi teclado esta tarde que no me obedece (será un virus)

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  4. Según voy leyendo pienso en tantas fotografías que dentro de mí permanecen vivas. Fotografías de amigos, de familiares, de conocidos, de gente maravillosa que ha pasado por mi lado, que ha dejado huella (alguna amarga) y que hoy, gracias a este escrito, he desempolvado.

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  5. Las fotos en blanco y negro nos acompañan-son nuestros seres queridos- hace bien verlas de vez en cuando, y sentir todo lo que nos dejaron y todo lo que nos "cargaron". "Ellos" somos "nosotros". Indudablemente.

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