lunes, 20 de mayo de 2013

Apunte sobre la felicidad

¿Existe la felicidad? Lo bueno de ir cumpliendo años es que sabes que existe, que no es una mentira o una ilusión, algo que sólo les pasa a los protagonistas de un libro o de una película. Existe. A ratos, eso sí. Instantes que aparecen de un modo casi mágico, sin contar con ellos. Salir de la presentación de un libro y tomarte un vino en un local recientemente restaurado, dos días antes de celebrar que conoces desde hace seis años a la persona que está a tu lado. Tomar el vino tranquilamente, disfrutando de su sabor, comentando las cosas más destacadas que han sucedido (la pena que produce el hecho de que Maruja Torres, siempre tan generosa con nosotros, ya no vuelva a escribir en el periódico donde venías siguiéndola desde que eras un adolescente), la película que irás a ver o los libros que comentarás próximamente, los planes que están por venir, mientras, al otro lado de la cristalera, el sol no sabe muy bien qué hacer, si largarse definitivamente o acompañar a la lluvia que parece estar a punto de regresar. Es sólo un ejemplo. Un pequeño ejemplo que explica muy bien de qué va todo esto de la felicidad. Lo demás es otra cosa. La ansiada serenidad (tan importante y escurridiza como la propia felicidad), incluida. Las grandes palabras se pierden siempre por sí mismas. Y suele quedar, detrás de ellas, lo pequeño, lo cotidiano: todos esos momentos que resultan difíciles de atrapar y que, cuando lo haces, cuando los atrapas, conforman el lado bueno del camino que vamos haciendo. Una especie de puzle, de rompecabezas, en el que todo va adquiriendo un sentido. Eso que, en otro tiempo, pese a los buenos momentos, te parecía casi imposible.   
Salimos a la calle. El sol se ha ocultado definitivamente. Resulta reconfortante hundir las manos en los bolsillos del abrigo, anudar bien el pañuelo al cuello. Caminar en silencio. En casa me espera la lectura de uno de los libros que me traigo entre manos estos días, el diario de Laura Freixas, "Una vida subterránea" (espléndido título).  Es un texto delicioso, que nos permite entrar en la intimidad de la escritora. Sus miedos, sus anhelos, sus frustraciones, sus melancolías... La obsesión por perfeccionar su escritura, los conflictos sobre la maternidad, los planteamientos sobre la felicidad. Descubro que eso también está presente en el diario. Lo estoy leyendo como si se tratara de una novela, la de una parte de su vida, la que transcurre entre 1991 y 1994. Laura Freixas es una gran escritora. Se mueve con soltura por todos los géneros. De repente, mientras leo el diario, viene a mi memoria una imagen reciente. La escritora, en los exitosos Encuentros Literarios que se celebraron recientemente en esta ciudad, mientras Rossy de Palma leía unos párrafos de este diario. Laura estaba a mi lado. Y, mientras la abarrotada sala escuchábamos con interés las palabras, sus palabras, en boca de la actriz, Laura, con la cabeza un poco inclinada hacia abajo, las manos entrelazadas, se mostraba nerviosa, como si mostrar aquella parte de su vida ante el público le resultase un poco complicado. El público pronto rompió a aplaudir, enfervorizado con aquellas palabras. Una parte de su vida. Esa que nos permite ver a los escritores más cercanos, por decirlo de un modo sencillo. Una mujer que siente, que piensa, que se rebela, que se enfada consigo misma en ocasiones, que lucha por sus derechos y por los derechos de las demás mujeres. Una gran escritora. No considero que este diario sea una obra menor dentro su espléndida obra literaria. Todo lo contrario. Podríamos decir que es el armazón que le da sentido al sinsentido que a veces resulta vivir y escribir. Le da sentido a través de la palabra, en esa vida subterránea que va por debajo de la obra. La sombra que se mueve entre bambalinas y que es tan importante como la que lo hace en el escenario. Una lectura realmente apasionante. Sin máscaras. Cara a cara. Con el talento al que su autora nos tiene acostumbrados.
La felicidad existe, sí. A ratos. Y cuando hace su aparición, a veces lo hace de un modo generoso. La tarde, la presentación del libro, la charla delante del vino, el paseo de regreso a casa, la lectura del diario de Laura. Hay días en que resulta cierto que no deberíamos pedir nada más. Y no lo hacemos. Conviene ser prudentes. Y sigo leyendo: "Esta mañana me he despertado abrazada a E. y sintiéndome llena de cariño, de vitalidad, de gratitud hacia la vida".

2 comentarios:

  1. La mezcla de tu relato con las palabras de Laura, me traen a la memoria, otro texto también extraordinario: "Donde el corazón te lleve", de Sussana Tamaro. Un libro expléndido, cartas de una abuela que escribe a su nieta, porque seguramente no la volverá a ver. La felicidad es eso, pequeñas cosas, pasajeras, que apuntalan el sinsentido que a veces tiene la vida.

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  2. ¡Que casualidad! yo también he escrito estos días en mi blog acerca de la felicidad, y para ello he utilizado un precioso fragmento del último libro de Rosa Montero, "la ridícula idea de no volver a verte", que dice así: La felicidad es minimalista. Es sencilla y desnuda. Es un casi nada que lo es todo.
    Un casi nada que lo es todo...... ¡que acertado!.
    Un saludio afectuoso.

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