viernes, 18 de enero de 2013

Tortilla y vino

Una botella de vino tinto y una tortilla de patatas. No hace falta más. Con eso es suficiente para levantar el ánimo algunos días. Nunca falla. Llamar por teléfono a tu hermana y preguntarle si viene a comer. Si hoy somos tres, las risas se escucharán mejor y las penas quedarán amortiguadas por las propias risas y el sabor del vino tinto y de la tortilla. Habrá que celebrar que seguimos aquí, pese a todo, en pie de guerra, que no se diga. La vida no es fácil, nada fácil. Más aún en estos últimos meses, en estas últimas semanas. Hablaremos de todo: de los libros que hay que leer, de las películas que hay que ver en el cine, de las personas que admiramos y que se han ido estos días (Anna Lizaran, Fernando Guillén...), de la incertidumbre que estamos viviendo, de lo imprevisibles que son algunas personas y de lo que te pueden llegar a sorprender (para bien y para mal, que de todo hay) otras. Una comida y una sobremesa más, enviando las dietas (buf) a paseo y sintiendo que las cosas importantes de la vida se resumen en unas pocas palabras, en unos pocos hechos. En una tortilla de patatas, una botella de vino y una charla cómplice, si me apuras. Pero el ritual aún no ha comenzado. Siempre lo hace de la misma forma: entrar en la cocina, sintonizar Radio Clásica, abrir la botella de vino, servirme una copa, pelar la cebolla, el ajo, las patatas, dorarlo todo lentamente en la sartén, batir los huevos... Y cuando el olor de las patatas y la cebolla ya se va extendiendo por la casa, sentir las palabras de los otros dos, cómodamente instalados en el sofá, copa de vino en mano, alabando ese olor (incomparable) y las ganas de sentarse a comer ya la famosa tortilla. Francesca, revolucionada, de un lado a otro, reclamando atenciones, caricias, mimos, saltando como un monito e intentando llamar la atención (aún más) tratando de alcanzar las llaves que están puestas en la cerradura de la puerta. Pocas cosas -lo admito- me gustan tanto como cocinar para los demás. Tortilla de patatas o lo que sea. Siempre termina levantándome el ánimo. Sobre todo, en los días malos. Sobre todo, sí, en esos días en los que parece que nada va a tener solución. Encender dos velas, una barrita de incienso, preparar, organizar y compartir en una mesa lo cocinado. ¡Cuántas cenas hemos preparado en esta casa! Eran otros tiempos, sí. Las cosas, ahora, no están para muchos derroches. Para ninguno, más bien. Y aún estamos esperando que algunas de esas personas nos devuelvan la invitación, que no nos olvidamos. Siempre hay gente así. Pero todo eso hoy no importa. En absoluto. Lo que importa es que estamos aquí, juntos, ahuyentando miedos y fantasmas, disfrutando de las pequeñas cosas que aún están al alcance de la mano y los bolsillos, y esperando el porvenir, ay, como diría Carmen Martín Gaite, otra que, según cuentan ellos mismos, compartía tortilla y vino con Álvaro Pombo cuando la pendiente se hacía demasiado cuesta arriba. Mejor hacerlo, esperar el porvenir, con el vino, la tortilla y la sonrisa, aunque, a ratos, se vaya quedando helada en los labios antes de transformarse en esa melancolía tonta que traen consigo las tardes de lluvia. O esas otras tardes sin lluvia en las que parecen a punto de desatarse las peores tormentas, las interiores.

4 comentarios:

  1. La tortilla de patatas es el mayor manjar, sobre todo si a las 8.45 comparto contigo la liturgia de prepararla. Puedo olerla, casi saborearla, meterme también en tu piel a la hora de la profunda satisfacción que supone cocinar para otros. Es la magia de la Literatura.
    Como algo tan humilde como una tortilla se convierte en algo sublime cuando se comparte con la gente que quieres y te quiere. ¡Qué ganas de que pase esta tormenta y la lluvia nos devuelva el olor a tierra mojada!
    Esto acabará pronto (espero) y seguiremos compartiendo tortilla de patatas y vinitos. Al final, nos reiremos de los malos tiempos.

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  2. Mi comida preferida en verano no es otra que tortilla de patatas y gazpacho. El mejor de los manjares.
    Y para las tormentas interiores..... nada mejor que el faro salvador de la literatura, como decía Ana Mª Matute.
    O compartir emociones y sensaciones a través del blog. Hace que una se siente menos perdida, menos a la deriva. Acompañada en su propia tormenta.
    Un saludo cómplice.

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  3. Pues tenéis razón ¿quién se resiste a esa mezcla que todos proponéis? Un saludo y ¡Ánimo,dicen los mayores que siempre que ha llovido ha escampado...confiemos.

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  4. Mientras tengas buenas botellas de vino, acudirán a ti. Pero cuando lo tengas en envase de cartón, pocos llamarán a tu puerta. Así es la cruda realidad de la vida.

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