martes, 18 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad (o algo así)

A pesar de nuestro escepticismo, la mujer nos convenció. Y nos dejamos llevar. Era un día frío, de cielos muy azules, sin rastro de nubes. La luz, engañosa, podía parecer de primavera aunque se tratase del tramo más crudo del invierno. Allí estábamos, delante de la puerta que nos había indicado, dispuestos a una sesión de santería, espiritismo o qué sé yo... La conocida que se había ofrecido a llevar a cabo -gratuitamente- aquella historia nos indicó que no habría nada de magia negra ni nada por el estilo. Yo había oído hablar algo de cosas así a unos amigos que viajaban con frecuencia a Brasil, pero nunca le había otorgado demasiado crédito. Les había oído hablar de cosas tremendas: magia negra, descuartizamiento de gallinas, de gente que incluso moría en las sesiones más fuertes: todas esas cosas que a veces vemos en el cine o en las series de televisión. Por otro lado, pese al escepticismo, prefería no dedicar mucho tiempo de mis pensamientos a esas cosas. Los muertos están bien donde están, quedémonos con su recuerdo y dejémosles tranquilos. El caso es que allí estábamos, en el interior de una habitación helada (la ventana estaba abierta de par en par), llena de velas, estampas de santos y muñecos negros vestidos de ángeles un tanto siniestros. En otros tiempos, me hubiese dado la risa, sin embargo, la situación por la que atravesábamos no era la más apropiada para la risa. Sin embargo, las cosas como son, en algún momento me acordé de la gran Whoopi Woldberg en la película por la que recibió el Oscar, "Ghost": lo único salvable de aquella historia, por cierto. Miré el paisaje que se veía a través de la ventana y dejé de pensar en Whoopi, no fuera a recordar sus caras en la famosa película y me entrase la risa de verdad. Escuchamos. No teníamos demasiado que perder. La mujer decía hablar con los espíritus. Espíritus buenos, recalcaba. Y, a veces, nos hacía preguntas: no demasiadas, ésa es la verdad. Nos habló de una traición por parte de unos amigos que no eran ni mucho menos -en sus propias palabras- tan amigos como decían ser y como nosotros mismos creíamos. La traición estaba fraguándose ya, en aquellos momentos, decía, aunque nosotros jamás hubiésemos pensado que la historia pudiese venir de aquel lado. La miramos con cierta desconfianza y seguimos escuchando. La mujer, mientras tanto, fumaba constantemente. Cigarros tipo puros, de tres en tres, dejando un olor a tabaco muy profundo y dulzón. La abuela, tú abuela, me señaló. Piensas siempre en ella y su espíritu te acompaña cada día. Intenta protegerte de las cosas negativas. A los dos. Su afán por protegerte es muy intenso. La has querido mucho y ella lo sabe. Siempre lo supo. ¿Y qué dicen los espíritus de nuestro futuro laboral? Era la pregunta que no formulamos, pero la más importante que deseábamos realizar. Íbamos a preguntar. Silencio, dijo. Poco a poco. No conviene atropellar, añadió con cara de enfado, como si leyese nuestro pensamiento. Esperamos. Un hombre mayor, menudo, con una buena posición pero que siempre viste desaliñado y lleva muchas carpetas de colores en la mano, ahí está la clave, nos indicó. De su parte, sí, vendrá lo mejor de vuestro futuro laboral. Pensamos de inmendiato y no, no conocíamos a nadie con esas características. Sería cuestión de esperar. ¿Hasta cuándo? Eso, la mujer, no lo señáló. Se encogió de hombros. Y así quedó la historia. La mujer nos pidió un euro para sus espíritus y, cuando pudiésemos, un ramo de flores blancas, que le llevamos a los pocos días.
Olvidamos por completo esta aventura. Me acordé de ella el otro día. Lo hice por la historia de la abuela. Las abuelas. Unas amigas han perdido hace poco a la suya y ahora que se acerca la Navidad están tristes, muy tristes, pensando en los momentos de celebración sin ella a su lado. Quise decirles lo que aquella mujer me dijo a mí. Que el espíritu de los que se han marchado, si pensamos en ellos, sigue siempre a nuestro lado. No es magia ni nada de eso: es un sentimiento muy fuerte, difícil de explicar. Y creo que ese sentimiento, según vamos cumpliendo años, se va acentuando en nosotros. Sé que en estos momentos no les sirve de mucho, pero es así. No sé si nos protegen o no de lo negativo que hay por ahí (sigo siendo escéptico con estas historias), pero sí sé que su recuerdo alivia los dolores y nos ayuda a afrontar las cosas malas, que nunca son pocas. Y al volver a pensar en todo esto, recordé al hombrecillo que vestía desaliñado y cargado de carpetas de colores gracias al que iba a cambiar nuestro futuro laboral. Oye, que sigue sin aparecer...

4 comentarios:

  1. Yo también tuve una abuela muy especial, y aunque hace ya más de 20 años de su muerte, aún sigo acordándome de ella cada día con muchísimo amor.
    Yo también era una niña diferente, y ella me entendió y me salvó. Me ayudó a ser quien soy.Un beso desde aquí para todas esas abuelas especiales.

    PD: Me gustaría saber si tienes previsto presentar tu libro por Málaga en fechas no muy lejanas. Gracias.

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  2. Hoy me has hecho sonreir con la visión del hombrecito desaliñado cargado de carpetas de colores, si fuera un hombre gordo podría ser el de Navidad, pero bueno... sigamos soñando.
    Yo quise muchísimo a mi abuela Elena, dicen mis amigas que somos muy parecidas, puro carácter y explosión de sentimientos apresurados, torbellino de emociones... mi abuela Rosario se murió cuando yo apenas tenía 5 ó 6 años, no tengo ningún recuerdo de ella, bueno ninguno para compartir.
    Mi abuela Elena nos dejo hace un año, pero nos había dejado mucho antes. Casi 7 años de silencio, encamada, sin ser persona, pero mi madre se agarraba a ella como a su tabla de salvación, no quería dejar de cuidarla. Lei una vez, no sé dónde y mira que lo pienso veces, que cuando se mueren nuestros padres nos quedamos solos en la vida y creo que esa sensación de orfandad es lo que nos hace envejecer de repente.
    Un beso
    Bea

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  3. Ah!! con fecha de 10 de diciembre hice una entrada en mi blog "serdearcoyflecha.blogspot.com" para dar a conocer el tuyo y compartir con los amigos tu post "resistir, depués de todo" con el que me sentí muy identificada.

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  4. Pues yo me quedo con el final de la historia, sin ese tipo que sigue sin aparecer, quizá porque como tú, soy bastante escéptica con respecto a todas estas cosas, pero de lo que estoy absolutamente segura, es de que el hombre cargado de papel, tiene que estar a puntito de aparecer.

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