lunes, 19 de noviembre de 2012

Los Payasos de la tele

Ser un niño y pasarte las tardes de los sábados en casa de los abuelos maternos, en Mieres. Allí donde habitaba la felicidad y donde hoy, al recordarlo, sigue habitando. El recuerdo de aquellas tardes, ya tan lejanas en el tiempo, sigue siendo un buen refugio para encarar los tiempos que estamos viviendo. Lo más oscuro de estos tiempos, para más señas. El largo túnel que no termina. El tiempo que venga después. Echar la vista atrás y verte allí, en casa de los abuelos, los sábados por la tarde, sin ganas de regresar, cuando cayera definitivamente la noche, a tu casa, con tus padres y tu hermana. "¿Por qué no nos quedamos a dormir aquí, con los abuelos?". Siempre la misma pregunta. "Otro día. Por Navidad, que ya está a la vuelta de la esquina". Siempre la misma respuesta. Es la hora de la merienda y la hora de poner la televisión. La hora de "Los Payasos de la tele". Gaby, Fofó y Miliki (luego vendrían otros miembros de la saga familiar): sus andanzas, sus líos, sus historietas, sus teatrillos, sus canciones... Y aquella pregunta inicial, ¿Cómo están ustedeeeees?, que los dos hermanos contestaban en voz alta (como tantos otros hermanos, me imagino), arrastrando también mucho la e, ¡¡¡Bieeeeeen!!! Los dos hermanos, separados por cinco años y medio de edad, viendo aquel programa, muy cerca de la tele, casi tan cerca que podían tocarla con los dedos, "separaros un poco de ahí, que es malo para la vista", decían la madre o la abuela, buscando en el cajón del mueble de la tele una tableta de chocolate. A la hermana, ya desde bien pequeña, le gustaban mucho el chocolate blanco y el chocolate con leche y grandes almendras (al niño, no tanto), y el abuelo siempre se lo compraba para aquellas tardes de sábado y se lo guardaba allí, en aquel cajón, donde también se guardaba el chocolate negro, "el chocolate de hacer", aquel que la abuela, algunas veces, deshacía en leche y servía en unos grandes tazones acompañado de cualquier dulce -frixuelos, casadiellas, rosquillas...- que ella misma había preparado. A veces, el niño se levantaba, dejaba a la hermana viendo los enredos de los payasos, y se acercaba a la cocina, donde la abuela estaba preparando aquellos dulces cuyo olor embargaba buena parte de la casa. La abuela lo hacía todo en la cocina de carbón, aquella cuyo calor calentaba poderosamente las estancias de aquel piso situado frente a un pozo minero. Al niño le gustaba ver la soltura con la que la abuela freía aquellos dulces, mientras sentía las risas de la hermana muy cerca y las voces de los payasos y aquella alegría que trataban de transmitir. No tardaría en pedirle a la abuela que le perimitiese amasar una rosquilla o rellenar una casadiella y echarla luego en el aceite hirviendo de la sartén, en rogarle que le dejase espolvorear con azúcar los dulces que ya estaban fritos, remover el arroz con leche cuando se animaba a prepararlo. Los deberes estaban hechos, aún faltaba mucho para volver el lunes al colegio. Y allí estábamos todos, imaginando que aquel tiempo no se acabaría nunca, que sería eterno. Y de alguna manera, lo ha sido. Lo seguirá siendo, sí, mientras una tarde veamos en la tele la imagen de uno de aquellos payasos (descansa en paz, Miliki) y recordemos todo esto no como si hubiese sucedido tanto, tanto tiempo atrás, sino como si hubiese pasado ayer mismo, este último sábado, sin ir más lejos.

3 comentarios:

  1. Tengo un sobrino que hace 22 meses el día 24,que conoce a los payasos de la tele (a nuestros payasos) porque mi madre ha conservado todos estos años una toalla amarilla donde están las caras dibujadas de Fofo, Gabi, Miliki y Fofito y debajo de ellos sus instrumentos. Si le preguntamos a Hugo se sabe de memoria sus nombres y los nombres de los instrumentos, lo sabe desde hace muchos meses, yo creo que desde antes de llamarme a mi por mi nombre... Ayer otra amiga en el Facebook decía que en su casa se oían las canciones de los Payasos, de manera que sus niños también los conocen, otro amigo decía ayer que nuestra infancia moría con Miliki... Mientras los payasos sigan vivos en nuestra memoria, mientras los que fuimos niños en los setenta cantemos a nuestros hijos, sobrinos, más adelante nietos una sola nota de aquellas benditas canciones, nuestra infancia seguirá viva, nuestra inocencia retrocederá a aquellos momentos felices donde nuestra única preocupación era saber qué cosa rica ibamos a merendar porque era sábado y los sábados eran especiales... Yo le digo a mi madre "Mamá ¿porqué le enseñas eso a Hugo? y hoy este aprendizaje de mi sobrino tiene un sentido para todos nosotros. Descanse en paz Miliki.

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  2. Lo que es la vida. Servidor, además de aplaudir las líneas, como no podía ser menos, voy a comentar acerca de otro Hugo, este de 6 añitos (lo más partecido que tengo a un sobrinom teniendo en cuenta que soy hijo único) y que, aunque sinceramente ignoro si conoce a todos los payasos de la tele, si que conoce muy bien a Miliki porque sus padres le ponen con cierta frecuencia (a veces con machacona frecuencia, como suelen ser las peticiones de los niños a esa edad)un DVD de este maestro que nos ha dejado en el que ya, sabiéndose quizá demasiado enfermo, delega en su versión animada para seguir haciendo reir y cantar a los peques. Mientras aún haya padres así, hay esperanza y nadie se muere del todo.

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  3. Supongo que con Miliki se ha ido parte de la infancia de muchos de nosotros. Aquella inocencia cargada de honradez, donde preguntar no era más que un juego de acertijos.

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