lunes, 3 de octubre de 2011

No hay dinero, no hay libros

Las estanterías de novedades de la biblioteca pública del Fontán están vacías. Llevan así varias semanas, desde principios de septiembre, cuando comienza el curso y se reanudan las actividades. Y me dice una de las chicas que trabaja allí que ese servicio, el de las novedades, está cortado hasta nueva orden. No hay dinero, no hay libros. Es una ecuación que, lamentablemente, nunca falla. Como aquella otra de que, por muchas ganas y optimismo que le pongamos, siempre terminamos perdiendo los mismos. Parte de mi formación se la debo a esa biblioteca: acogedora, bien repleta de toda clase de libros, con su aire vetusto (pese a las reformas) y su inconfundible encanto. Por ese motivo, entre otros, ver así algunas de sus estanterías produce mucha tristeza, mucha rabia y mucho dolor. Los mismos sentimientos que se apoderan de mí al ver un supermercado Día construido en el local de aquellos cines, los Clarín, unos de mis favoritos. Uno no se acostumbra a esa decadencia tan espantosa aunque pasen los años, muchos años. Cada domingo, cuando subo a comer a casa de mis padres y lo veo, no puedo evitar esa tristeza, ese dolor y esa rabia. Tres salas tenían aquellos cines. Cada una con sus paredes y sus butacas de un color. Marrón, verde y granate. No eran demasiado grandes. La sala uno era la más espaciosa. La tres, la más pequeña. En esa sala, la tres, muchos años atrás, se exhibían películas X. Con el paso del tiempo, se convirtió en la preferida de los más cinéfilos, aquella donde se estrenaban películas minoritarias y en versión original. Recuerdo la emoción de aquellas tardes de viernes, las de los estrenos. También las de los lunes, cuando la entrada era un poco más barata (como todas las noches, a las diez y media, entre semana: creo que pasé más noches allí que en el salón de mi casa). Apenas un puñado de personas, casi siempre las mismas, con EL PAÍS y el Fotogramas bajo el brazo, ansiosas por descubrir aquella rareza de la que habíamos oído hablar en el periódico, en la radio y en la 2. (Ángel Fernández-Santos, Antonio Gasset, Núria Vidal o Carlos Pumares, cada uno con su marcado e inconfundible estilo, nunca fallaban en sus críticas). La misma emoción que sentía cuando bajaba a la biblioteca, dos o tres veces por semana, a la caza de aquel libro del que acababa de oír hablar a no sé quién o de un nuevo hallazgo. Siempre estaba allí. Y si no estaba, podías pedirlo. Ahora todo eso se ha terminado, como hace unos años se terminaron los cines en la ciudad. Y sólo se puede sentir algo parecido a la decepción más brutal. Todo resulta muy extraño. Una inquietante mezcla de desolación y de camino sin retorno. La misma que uno experimenta cuando se encuentra por la calle con una persona que hace mucho tiempo que no ve y que, de entrada, cuesta trabajo reconocer en su rostro y su cuerpo transformados por la erosión del tiempo las huellas de aquella persona que habita en tu recuerdo. Como un salvaje y despiadado antes y después del que nosotros, aunque no seamos demasiado conscientes, también formamos parte.

5 comentarios:

  1. Yo soy la otra cara de la moneda. Y nadie sabe lo significa tener todas las estanterías de mi loft vencidas por la inmensa cantidad de libros que mi pareja acumula . Algunos de tapas rígidas, otros blandas, semiblandas, incluso algunos editados por el mismo...
    El caso es que para mi no es del todo agradable vivir entre tantos y tantos libros, de buena gana llevaría parte de esos "invasores" a esa biblioteca de la que hablas Ovidio...
    Ernesto

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  2. A quien piense que el post es un genero menor de la literatura, este blog le hará cambiar de opinión. Hijo de su época y ,supongo, que reflejo de todas; habla del mundo, de la destrucción, del holocausto nuclear, de todos los temores que afligieron y afligen, en mayor o menor media, a la humanidad a lo largo de las últimas décadas. Pero también habla del propio hombre como tal , desnudo, con sus dudas, problemas, creencias, desgracias o estupidez.

    Un abrazo muy fuerte

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  3. Como descorazona ver los lugares personalísimos,íntimos,propios de cada uno totalmente devastados o transformados.Somos también el "paisaje" que nos vió crecer,por eso duele tanto su destrucción.

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  4. Bueanas tardes Ovidio, acabo de leer tu libro y me ha gustado mucho, mucho. Es un libro tan limpio y tan rápido de leer que tuve que frenarme a la salida, y abandonar el impulso de la inercia y pararme a pensar ¿qué me ha dicho?
    ummmm delicioso

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  5. Creo que "Ventanas compartidas" podría ser el nuevo "Principito" del siglo XXI ...
    David

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