lunes, 25 de abril de 2011

Elvira Lindo, en el backstage

De repente, la ves. Es una foto luminosa: está ahí, pululando por Internet (está colgada en la página de su editorial, Seix-Barral), y no puedes apartar tus ojos de esa imagen. La escritora, Elvira Lindo, está en Barcelona: ha acudido a firmar ejemplares de su última novela, "Lo que me queda por vivir", a encontrarse con sus numerosos lectores. Abril, 2011. San Jordi, la fiesta de los libros y de las rosas: la cultura a pie de calle, a pleno sol, más que nunca al alcance de todos. (Es la primera vez en ocho años que tal día como ese, el día del libro, no trabajo en una librería: durante todos esos años, ese día siempre fue uno de los mejores, de los más especiales: ay, la gente, que -por fortuna- nunca dejará de sorprenderme). Es, quizá, una foto cogida por sorpresa. La escritora, Elvira Lindo, en una esquina, tal vez a punto de acercarse ya a la mesa donde la espera su público, se perfila los labios, se da los últimos retoques, como si quisiese estar perfecta para recibir con su firma y su sonrisa a los lectores, a todos esos hombres y mujeres que consideramos su literatura una de las mejores de este país. Los labios, bien perfilados. Con ellos así, bien perfilados, se va a cualquier parte. Unas gafas grandes y negras, que recuerdan a las gafas que utilizaba Gena Rowlands en alguna de sus mejores películas (John Cassavetes, los años setenta, las calles de Nueva York, esas calles que Elvira conoce tan bien), ocultan sus ojos, esa mirada suya inquieta y cercana, siempre atenta a todo, con ganas de curiosear, de observar el comportamieto de la gente. Sí, ésa es una de las principales virtudes de la escritora: ponerse en la piel del otro, acercarse a él y comprenderlo. Por eso tantas personas la siguen, la seguimos. Ahí están sus novelas, sus artículos, sus perfiles y retratos de grandes artistas, el lado más humano de todos ellos. El corazón de la gente, sí, al que saber llegar. Ahora está ahí, en la calle, retocándose los labios, dándose el último toque de color, observando su imagen en un pequeño espejo, el bolso colgado en el brazo izquierdo con estilo. Con ese aire a la Gena Rowlands de los setenta, la mejor Gena Rowlands: las gafas, el pañuelo del cuello, el collar de color oscuro: todo con ese aire un poco retro, vintage, que tan bien le sienta. La escritora a punto de recibir a sus lectores, de ofrecerles lo mejor de sí misma: su sonrisa y su literatura. Elvira Lindo, en el backstage, atrapada en ese instante, qué lujo.

3 comentarios:

  1. coincidimos en un puesto, firmando, y se levantó para achucharme. generosa y cariñosa como siempre, la cada vez más grande elvira

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  2. ¡Qué pena haberme perdido ese encuentro, chicas!

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  3. Precioso artículo! Exactamente eso es lo que inspira Elvira de cerca!

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