miércoles, 1 de septiembre de 2010

Septiembre

Me gusta abrir la ventana y sentir el aire fresco de septiembre colándose por el apartamento. Francesca, a mi lado, mueve la cara con susto, con sorpresa, como si no recordara el frío. Atrás queda agosto, con esas tardes tan largas, calurosas y pesadas, con las calles vacías y esa sensación de domingo largamente prolongado. Empieza un nuevo mes, sí, y con él, casi intacta, la ilusión de llevar a cabo nuevos proyectos. La librería se llena de novedades (no todas buenas, todo hay que decirlo, pero esa renovación trae consigo aires diferentes, el trajín de recibir cajas, de abrirlas con curiosidad o con cierto escepticismo, de cambiar escaparates, arriba y abajo, aquí y allá, y eso siempre alegra el espíritu), la gente ya no tiene esa pereza, esa modorra que nos embarga con el calor excesivo y que casi nos inmoviliza, sobretodo aquí, en las ciudades del norte, donde, por muchos días calurosos que tengamos, no terminamos de adaptarnos demasiado bien a ellos. En breve, los colegios empezarán sus clases, y, ya desde bien temprano, las calles se llenarán de ruido, de bullicio, de gentes de todo tipo, de caras de niños adormilados, de niñas que arrastran sus pesadas mochilas de color rosa chillón, de las risas y el alboroto de todos ellos, y del olor a bocadillos, a libros, a gomas, a lápices y a estuches nuevos. ¡Cómo cambia el paisaje, en mis paseos matutinos, cuando los colegios están cerrados! Todo está mucho más silencioso y parece que, aunque ya haga rato que el cielo se despejó por completo, no termina de arrancar la mañana: a vueltas con la inevitable y perezosa sensación de domingo o de día festivo. El uno de septiembre es como si fuera el principio del año, de un nuevo año. Este año, además de todas las novedades editoriales y el espíritu de renovación, septiembre será el mes de la publicación de mi libro, "El extraño viaje", que surgió de aquí, de este blog, aunque ahora sea ya otra cosa, un viaje diferente lleno de historias propias y ajenas. El viaje que va de lo escrito al papel. Hermoso viaje, desde luego. Su estructura es otra, aunque muchos de los que lo habitan sean los mismos que recorrieron este blog conmigo cada mañana. Y las sensaciones, y los sueños, sean también casi idénticos. Es una sensación extraña y fascinante la de entregar un libro a la editorial, el trabajo ya hecho y finalizado, esa instante en el que todas las correcciones están terminadas y sabes que ya no hay marcha atrás. Ahora, en unos días, el libro tendrá su propia vida. Cada lector, de una u otra manera, lo hará suyo: tendrá, viajando conmigo, su propio viaje. Y yo me quedo con la tranquilidad del trabajo realizado, con la satisfacción de que las voces que lo leyeron han dado el visto bueno y con ese bellísimo prólogo que me ha escrito la gran Elvira Lindo (gracias, gracias y más gracias por tu generosidad, por tu talento y por tu calidad humana), que es uno de esos regalos inesperados que a veces te ofrece la vida y que sirven para reconciliarte definitivamente con ella, con la vida, pese a todo. El viaje -no quepa duda alguna- prosigue.