lunes, 4 de enero de 2010

Revoluciones

Siempre que salimos a cenar fuera (y, en estos días de continuos y variados excesos navideños, tal y como corresponde, lo hacemos bastante más de lo debido), de regreso a casa, lo encontramos en el cajero que hay al lado de nuestro portal recién restaurado, durmiendo entre cartones, un poco más allá de esa coctelería fashion que se está poniendo muy de moda. Es un hombre y no tendrá más de cincuenta años. La imagen se corresponde con el cliché: ropa vieja, pelo enmarañado, mal olor y un cartón de vino malo a su vera. Ayer, en Gijón, en plena tarde de ese domingo que parecía lunes con todas las tiendas abiertas y el bullicio de las compras de última hora a todo gas, vimos al menos a tres jóvenes con sus pertenencias y sus amasijos de cartones instalados en varios portales de edificios vacíos. Se trataba de tipos jóvenes y uno de ellos, el único que estaba despierto, tocaba la armónica. Bob Dylan: The answer, my friend, is blowing in the wind... Ciertamente, no sé dónde estará la respuesta, si es que realmente la hay. Cada vez tengo más dudas sobre ello, si soy sincero. Lo único que sé es que mil revoluciones aún están pendientes mientras un solo hombre duerma en estos tiempos en la calle. Sea Navidad o no.

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